12 de Noviembre natalicio de Sor Juana

Evocación a Sor Juana en su cumpleaños

Sor Juana y Quevedo...todo se puede decir

Las palabras eran perlas con las que podría hacer collares, ladrillos con los que construiría castillos, lodo con el que fabricaría personas...

Sor Juana precursora de la nueva mujer I

La palabra de sor Juana se edifica frente a una prohibición…Su decir nos lleva a lo que no se puede decir...

Sor Juana precursora de la nueva mujer II

Curiosa irredenta, estudiosa del mundo que le tocó vivir, poeta, mujer misterio, fiel a su vocación

Mujeres inconvenientes, sin centavear

Su producción literaria se caracteriza por su sinceridad y fuerza, que alcanzan tonos desconocidos de sus contemporáneos

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3 de diciembre de 2014

REVISTA REPLICANTE: LOS INDECIBLES PECADOS DE SOR JUANA


LOS INDECIBLES PECADOS DE SOR JUANA

Entrevista a Kyra Galván

La ficción habita estas páginas para ofrecernos al menos una entre mil posibilidades en las que se muestra la realidad, dice el autor de esta entrevista a Kyra Galván, poeta y escritora, que en su primera novela escribe sobre una sor Juana desconocida, insólita y siempre sorprendente.


—¿Por qué sor Juana Inés de la Cruz? ¿Qué incentivo agarró por los pelos a la decisión para que comenzaras con esta travesía histórica?
—Primero porque sor Juana está vigente, y segundo porque había estado metida en mi piel desde hace muchos años; porque era poeta y porque era feminista.
—En el prólogo haces clara [para las cuestiones] la circunstancia conveniente que anticipa a los acontecimientos que están por ocurrir. ¿Cuál es el proceso en la escritura una vez que consigues el esquema de la historia?
—Es un proceso que va surgiendo y que no lo puedes prever hasta cierto punto. Ya tienes tu idea central, pero como decía Norman Mailer que cuando empezaba una obra nunca sabía cómo iba a terminar, y creo que algo hay de eso. Es increíble porque hay momentos en que te tienes que parar a pensar, y a veces te van surgiendo cosas que no habías planeado, pero que cuando curiosamente empiezan a embonar como si fuera un rompecabezas, sabes que vas por buen camino.
—Dijiste en una entrevista que retomaste el tema a partir de una composición dramática.
Yo no te diría un descubrimiento. Para mí fue un viaje en todos sentidos. Desde el punto de vista de la investigación y luego la aventura en sí de escribirlo, de cómo van cobrando vida los personajes, de reflexión y hasta de espiritualidad.
—Así es. Yo ya tenía escrita una obra sobre sor Juana, era básicamente sobre el punto dos años antes de su muerte, cuando ella se empieza a cuestionar y cuando la Iglesia la empieza a presionar, pero cuando la releí me di cuenta de que no era cuestión de arreglarla sino que yo tenía ganas de escribir algo mucho más profundo y mucho más extenso y que sólo a través del medio de la novela podría lograrlo.
—¿Tuviste algún inconveniente al hacer esta transición tan drástica de una obra dramática a una novela?
—Lo único que te puedo decir es que no fue fácil porque la parte técnica fue quizás la parte más difícil para superar, la parte estructural, que es mucho más complicado que un cuento. Tienes muchos más hilos que ir retomando y abriendo y tejiendo.
—¿En qué momento necesitaste de la ficción para escribir Los indecibles pecados de Sor Juana?
—Creo que en todo momento, porque independientemente de que esté basada en cosas que sí sabemos, en testimonios o en referencias, para que la historia echara a volar tenía que haber ficción.
Convención: Como no existe partición en los manuscritos, Laura los clasifica [escritos en castellano del siglo XVII] con números ordinarios consecutivos que irá transcribiéndolos al castellano moderno. Así nosotros digerimos la trama fácilmente.
—¿Tuviste que recurrir a fuentes bibliográficas difíciles de encontrar?
—No. Realmente creo que lo que existe y lo que sabemos que existe casi todo lo puedes conseguir a través de bibliotecas virtuales.
—¿Cuánto tiempo investigaste acerca de Sor Juana?
—En realidad ya tenía años de leer sobre ella.
—Hablas mucho en el transcurso de tu novela sobre el descubrimiento de estos manuscritos y los pones a veces entre líneas ¿Concibes a tu novela como un descubrimiento?
—Yo no te diría un descubrimiento. Para mí fue un viaje en todos sentidos. Desde el punto de vista de la investigación y luego la aventura en sí de escribirlo, de cómo van cobrando vida los personajes, de reflexión y hasta de espiritualidad.
—¿Una purificación?
—Más que purificación un descubrimiento, como tú me dijiste.
—Es evidente que Laura es tu alter ego, aunque por instantes te permites entrar a la novela para hacer aclaraciones. ¿Por qué verte en medio de una persecución en la que pones en riego tu existencia?
—A lo mejor una cuarta parte… Porque de otra forma todo habría sido demasiado plácido, pero la idea era lo contrario, que se encontrara con obstáculos.
—¿Es acaso Laura una heroína que defiende un hecho trascendental al que probablemente en México a nadie le importe? ¿Estamos hablando de su existencia misma?
—Yo no la catalogaría como una heroína pero sí como un ejemplo de mujer del siglo XX o XXI.
—Laura desea mandar un informe a México acerca de sus hallazgos, pero en México el proceso de las circunstancias es algo espontáneo. ¿Cómo ha sido el trato por parte de los medios de comunicación hacia tu novela?
—Me ha sorprendido que haya sido tan abierto porque yo al principio pensé que me iban a “levantar la ceja”, pero todo lo contrario; a la gente le gustó encontrar una nueva perspectiva de esta historia.
—Trasladando la ficción a la realidad, haces en una parte de la novela una crítica con respecto a la poca atención que se muestra a los descubrimientos por parte de los medios de comunicación. ¿Qué implica eso a tu proceso de creación?
—Pues me da la impresión —y me sigue quedando esa impresión— de que en realidad aquí no existe una crítica como tal; todo es demasiado banal; todo por encimita y lo que importa es saber a quién le van a dar el premio o quién va a salir en la foto, como dicen los políticos, y en realidad no hay un interés genuino muchas veces por el valor intrínseco de la literatura y en otras áreas.
—¿Qué hacer para no restarle méritos a tu creación literaria?
Mira, de algún modo yo quise hacer un paralelismo sobre todo con el tema de la maternidad entre las mujeres del siglo XVII y las limitadísimas oportunidades que tenían, y las mujeres del siglo XXI que finalmente cuando se enfrentan a un hecho como la maternidad no hay grandes diferencias.
—Eso no está en mis manos, está en manos de los lectores… A mí me sorprendió que de todas las gentes que me hicieron comentarios sólo una periodista de la UNAM, que se dedica a poesía, me hizo un comentario sobre la prosa. Me dijo que era una prosa poética… La mayoría de la gente se centró en la historia sin ningún otro comentario sobre crítica literaria. Eso me sorprendió, digo me sorprendió y al mismo tiempo no me sorprendió, como que es de esperarse.
—Hablando un poco acerca de Sor Juana, a quien le quitaste lo mítico para desnudarla como una mujer que no siendo deidad logró hacer cosas geniales; hiciste lo mismo con Laura en escenas cotidianas que la muestran como una mujer que no tiene nada de hechicera, pero que sí tiene la misma oportunidad que sor Juana para hacer cosas geniales. ¿Qué encontrarán entonces los lectores en esta novela?
—Mira, de algún modo yo quise hacer un paralelismo sobre todo con el tema de la maternidad entre las mujeres del siglo XVII y las limitadísimas oportunidades que tenían, y las mujeres del siglo XXI que finalmente cuando se enfrentan a un hecho como la maternidad no hay grandes diferencias; en otras áreas a lo mejor se ha avanzado y ha habido cambios, pero en los cambios humanos, esenciales, sigue siendo casi lo mismo.
—¿Valió la pena escribir Los indecibles pecados de Sor Juana? ¿Por qué?
—Sí. Valió toda la pena; porque fue un viaje personal que no lo cambiaría por nada, y porque cuando menos hasta la retroalimentación que tengo por varios lectores ha movido cosas, ha hecho reflexionar. Creo que eso valió la pena

FUENTE: http://revistareplicante.com/los-indecibles-pecados-de-sor-juana/

12 de julio de 2014

Poniatowska: De Sor Juana a Benita Galeana

Elena Poniatowska, escritora.
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (apro).- La novelista y periodista Elena Poniatowska acaba de ser galardonada con el Premio Cervantes, que el Ministerio de Cultura de España entregará en marzo próximo en la Universidad de Alcalá de Henares, cuna del autor de El Quijote.
Es la tercera mujer y la primera mexicana que obtiene la presea desde su institución, en 1976.
La escritora fue entrevistada por la revista Proceso el 1 de mayo de 1995, y el tema fue sobre las mujeres más destacadas de la cultura mexicana.
Enseguida la nota publicada por el semanario en aquella ocasión:
La mujer está presente en todos sus libros, de una u otra manera. En algunos es el personaje central, como en Hasta no verte Jesús mío y en Querido Diego: te abraza Quiela. Escribió una larga biografía novelada sobre Tina Modotti y acaba de reunir, en Luz y luna, las lunitas, con fotografías de Graciela Iturbide, una serie de textos que hablan de seres marginados, sea vendedores ambulantes, sirvientas, mujeres de Juchitán o su Jesusa Palancares, de quien afirma ahora que estaban en ella “todos los filósofos griegos”.
Elena Poniatowska recibió la semana pasada el doctorado Honoris causa por la Florida Atlantic University de Miami, Estados Unidos, y es una mujer presente en la vida de las mujeres de México.
Ahora, en su casa de Chimalistac, a una cuadra de donde Federico Gamboa escribiera Santa, acepta platicar con Proceso, tanto sobre la marginación femenina como de las mujeres de este país que han luchado contra ella.
De Sor Juana, quien acaba de cumplir 300 años de fallecida, a las soldaderas de la revolución, y de ahí a Elena Garro y a Rosario Castellanos, y a las costureras del terremoto, hasta llegar a Rosario Ibarra de Piedra y a Benita Galeana, que acaba de morir, analfabeta que guerreó en el Partido Comunista toda su vida y a la que varias veces entrevistó, Elena Poniatowska, en una banca del pequeño jardín frontal de “La casa de Paula” –según reza un medallón de cerámica a la entrada, en alusión a su hija–, habla largamente mientras la periodista Sylvia Lemus y su equipo fotografían el interior para Canal 22.
“Rosario Castellanos era una mujer llena de gracia”, dice emocionada.
Y de sí misma, señala que su lucha no es peligrosa, que ella apenas se solidariza con la lucha de esas mujeres. Esas mujeres, afirma, de las que siempre va a escribir, mientras revela que están por publicarse las memorias de su madre, Paula Amor, quien las escribió a petición suya. Elena Poniatowska las tradujo.
También habla de los hombres que la han apoyado en su profesión, y de otro, éste luchador social, el subcomandante Marcos, dice que “es una figura moral” en la que muchos jóvenes creen, porque “los jóvenes tienen que creer en algo, en alguien”.
Antes, un acuerdo: las fotografías de Elena Poniatowska las tomará su hija Paula, de 25 años, fotógrafa.

En la casa de Paula y Elena
–Además de estas mujeres marginadas, de las cuales tú has tomado testimonio, ¿no sería también bueno hablar de las otras, de las que han luchado, un poco como tú, en contra de la marginación? ¿Por qué te interesó esta gente?
–Yo siempre he pensado que sin las mujeres este país se vendría abajo, se caería en pedazos. Porque son las mujeres las que crían a los hijos, las que nos levantan de la tierra, a las que los hombres siempre… bueno, no voy a generalizar, pero la mayoría de los hombres sí son de pisa y corre. Como dicen, fincan un escuincle y se van y le fincan un escuincle a otra. Y la mujer no sólo tiene al hijo (tendríamos que ver ahora los índices de nacimiento y todo eso), sino que deveras lo saca adelante, dentro de las peores condiciones de vida. Claro que después se podrán utilizar todos esos clichés como “la mujer que se sacrifica todita para los hijos”, pero esos son ya de las películas mexicanas. Porque las mujeres, deveras, lo están haciendo con una enorme alegría… bueno, alegría es un decir, pero su impulso vital es tan fuerte que ellas siguen adelante a como dé lugar.
–¿De dónde viene esa fuerza?
–Yo siento que las mujeres mexicanas son absolutamente fuera de serie. Claro, nos referimos a las mujeres marginadas, a las taquilleras del Metro, las mujeres de una fábrica, las mujeres que son las Jesusa Palancares que hay en este país y que no merecen el gobierno que tienen, que son tan superiores al gobierno, que te quedas de a seis.
–Pero el interés tuyo nació del conocimiento de eso, ¿no?
–Bueno, yo no tengo un conocimiento así que tú digas “ay, qué bárbara, qué amplio”. Hay muchísima más gente que sabe mucho más y que ha estudiado a las mujeres muy profundamente.
–Pero lo tuyo, ¿parte de una sensibilidad?
–Sí, de una inclinación natural hacia las mujeres, yo la tengo. Le tengo una enorme simpatía a las mujeres. Siempre cuando oía que las mujeres entre sí no se quieren y se traicionan y que se quitan a los hombres, era una cosa que en mi cabeza no cabía, ¿no? A mí la verdad me gustan las mujeres, me parecen seres muy creativos, que dicen cosas muy ocurrentes, que dicen cosas muy aventadas, a veces mucho más que muchos hombres, y por eso estoy en la admiración delante de ellas.
–Y dentro de estas mujeres están otras que han luchado contra la marginalidad. Ahí podríamos hacer una lista.
–Pues podríamos hacer una lista. Podríamos empezar desde Sor Juana. Pero Sor Juana es un fenómeno absolutamente aislado, y Sor Juana, como dicen, es un fuego que arde aparte. Tú pones a Sor Juana y luego pones a todo el mundo. Pones después a quien tú quieras, no sé, a Benita Galeana, pero Sor Juana se lleva de calle a todas, hombres y mujeres. Y en el mundo.
–¿Ella sufrió la marginación?
–Bueno, ella sufrió tener que encerrarse en un convento para poder hacer lo que ella quería, que era leer, que era estudiar, ¿no? Pues a ella no le quedaba en esa época sino el convento o el matrimonio, y ella escogió el convento. El convento o quizá podríamos decir la Corte, no sé.
–Pero escogió o como ella dice: “No tengo vocación para el matrimonio”.
–Bueno, yo creo que tampoco tenía vocación para el convento. No creo que Sor Juana haya sido una religiosa ejemplar, porque nosotros vemos sus versos. Bueno, no hay que decir sus versos: hay que decir sus silvas, sus sonetos, sus redondillas, sus papelillos, como ella llamó al “Primero sueño”. Ella dijo que era un papelillo, sólo un papelillo. Además ella nunca escribió… siempre te dice que escribió a petición, como los periodistas, como tú. Salvo el “Primero sueño”, todo lo escribió como nosotros los periodistas, que nos dicen “vaya usted a hacer esto”. La “Talacha periodística” que dice Vicente Leñero.
–Sin embargo, en los últimos años sí fue obligada a no escribir, ¿no?
–Y además no sólo eso, a regalar sus instrumentos de matemáticas, de geografía y sus cuatro mil volúmenes, a deshacerse de todo lo que ella amaba. Y eso se lo pidió la religión. Muy fuerte, ¿no?

* * *
–¿Tú te has sentido marginada?
–Yo me he sentido… mira, tienes que partir de una cosa, es que… es que es muy difícil contestar una pregunta así. Yo cuando me inicié en el periodismo, que fue en 1953, hace quién sabe cuántos años –a ver cuántos, ¿treinta y uno?, ¿cuarenta y uno?–, pues en primer lugar mi familia lo vio de la patada, pero no sólo eso: que una mujer hiciera algo y que no fuera a casarse, era también horrible. Necesitaba estar loca. Yo tenía de jefe en Novedades a un periodista que se llamaba Héctor Alpuche. Y cada vez que yo le llevaba mi artículo me miraba así como si se fuera a acercar la loca que había salido del manicomio, y entonces yo una vez me atreví y le dije –porque yo era muy respetuosa con mis jefes y mis mayores–: “oiga, ¿usted cree que yo estoy loca, verdad?”. Y me dijo: “sí, tan bonita, debería estar en su casa, debería de casarse ya ahorita, tener sus hijitos, usted no debería de estar haciendo esto, yo no entiendo cómo su familia la deja”. “No, pues si no me deja, yo lo hago porque yo lo quiero hacer, porque hay algo dentro de mí, algo maravilloso que me hace querer hacer esto que yo creo que es mi vocación”. Ay, no, eso a él le parecía una locura. Igualito como si yo hubiera sido, pues no sé, en la actualidad sería Gloria Trevi.
–Pero sí es una forma de marginalidad, ¿no?, pensar que…
–Bueno, es una forma más bien de condena, de que sientes siempre que sobre de ti pesa una condena. Ahora, claro, a esa condena hay enormes compensaciones, porque yo nunca me hubiera podido acercar a Octavio Paz, a Alfonso Reyes, a Luis Buñuel, a Carlos Pellicer, a Carlos Fuentes, jamás, si no soy periodista. Entonces qué me importaba lo demás si yo podía tener el privilegio de oírlos, de estar con ellos, y en muchas ocasiones, como en el caso de Luis Buñuel, volverme amiga, hasta que se murió.

* * *
–O sea que de alguna manera pudiste vencer esa forma de relación con el medio.
–Sí, claro. Por ejemplo, si tú me dices lo que me dio Jesusa Palancares, lo que ella me dio es mucho más importante que lo que me pueda haber dado cualquier persona. Eso puede sonar como arbitrario, como sectario, o como fanático, pero deveras: nunca nadie me ha dado tanto en la vida como Jesusa Palancares. Bueno, salvo por ejemplo mi hijo Mane, pero es otra relación. Pero la Jesusa, ¡híjole!, todo lo que me dio, todo lo que me dio.
–Eso tiene que ver con una manera de ser, de sentir. ¿Te dio fortaleza?
–Pues eso tenía que ver con su manera de enfrentar al mundo, su actitud ante la vida, ahí estaban todos los filósofos griegos, ahí estaba Platón, me dio fortaleza y además era una confrontación con lo que es la verdad. Bueno, una verdad que por lo menos a mí me conmovía mucho.
–Pero hay personas que no se asombran ante la manera de ser de esta gente.
–Para mí es asombroso que alguien no lo valore, a mí me sorprende.
–¿Y has tenido discusiones sobre este tema?
–No, ya no, allá ellos. Como dicen, que cada quien con su pan se lo coma. Que la gente crea lo que quiera, haga lo que quiera, diga lo que quiera.
–Volvemos a la lista de esta gente que ha luchado socialmente, en contra de la marginación, de las adelitas a la comandante Ramona. ¿Qué relación has tenido con ellas?
–Bueno, yo no conocí a la comandante Ramona, no, lástima, nunca la he visto. Pero sí creo que sin las mujeres, además, la revolución no se lleva a cabo, se deshace, porque las famosas soldaderas, que las trataban tan mal y llamaban “galletas de capitán”, pues iban de avanzada, preparaban la comida, les hacían calor de hogar a los soldados, les lavaban su ropa, tenían sus hijos, cuando ellos morían recogían su máuser (antes se lo habían cargado, porque andaban galopando al lado de ellos con su máuser y luego empezaban ellas a disparar, a muchas las hicieron capitanas). Entonces, sin las soldaderas tampoco hay revolución mexicana, porque todos los soldados se hubieran desertado, de-ser-ta-do, no habría nada.
–En la guerra de Chiapas también hay mujeres.
–La que te debería de decir cosas, porque ella estuvo mucho con las mujeres allá, en Chiapas, es Paula, y dice cosas bien bonitas. Además ella le tomó una foto maravillosa a una mujer que encima de su pasamontañas tiene un moño. Se hizo amiga de ellas. Además que hablen los jóvenes, ellos son los que interesan, no nosotros.
–Y esta fuerza de la mujer, cuando se junta con la marginación y la pobreza, y además con el ser indígena, dan mujeres como Rigoberta Menchú, como aquella mujer boliviana que vino al Congreso Internacional de la Mujer, Domitila.
–Sí, y tuvo una confrontación con la jefa de la delegación mexicana, que le dice “no Domitila, mira, vamos a hablar ahora de nosotras como mujeres, ya no queremos oír de las matanzas de su pueblo, de lo que ustedes han sufrido”. Y Domotila le dice “muy bien señora, mire usted, yo tengo varios días de verla a usted que llega aquí con su chofer, y la deja aquí en la puerta, veo que todos los días llega con una ropa chiquita y con un peinado como si usted hubiera pasado al salón de belleza y sin embargo no, y creo que usted ha vivido en una casa, en un barrio muy elegante, sin embargo nosotras las mujeres de los mineros, ¿de qué quiere usted que hablemos, señora? ¿Qué hay ahorita en común entre usted y yo, de qué vamos a hablar, de qué igualdad vamos a hablar?”. A mí siempre me ha conmovido la Domitila. Además nosotros vivimos en México y en América Latina una sociedad totalmente jerarquizada, en que las necesidades de unas mujeres son totalmente distintas a las de las otras. Una campesina qué va a tener la misma necesidad que una señora que vive en Las Lomas, y además por lo general acaba siendo la criada o la sirvienta de la señora que vive en Las Lomas.
–Ahora, este sistema neoliberal, parece que obliga a la gente muy marginal a adaptarse a un mundo que no tiene nada que ver con su cultura, sus raíces, como puede ser el mundo indígena. ¿Qué tiene que hacerse en México para defender ese mundo tan poco protegido?
–Esto se ve aquí, ve a caminar aquí en la calle, en Miguel Ángel de Quevedo, te da coraje, dices: cómo es posible que la gente no tenga absolutamente nada, y ese es un problema social que ya nos acostumbramos a él. Tú y yo ya nos acostumbramos a ver a los niños pasar entre los coches con sus chicles, pero una señora cubana una vez que le hice unas críticas acerca del régimen de Castro, en lo que se había vuelto la revolución, me dijo: “sí Elena, pero si tú vas a Cuba nunca verás lo que yo veo en México desde la primera noche en que aterriza el avión, que veo a niños en las calles pidiendo limosna, madres con niños de pecho pidiendo limosma”.
–Eliseo Diego decía que el único lugar donde podía dormir tranquilo era en Cuba, porque sabía que ningún niño se estaba muriendo de hambre.
–Bueno, hay un testimonio todavía más bello de la esposa de Alejo Carpentier, Lilia, que dijo que ella en Cuba en la noche se sentía bien al dormir porque sentía que todos habían comido lo mismo. Pero ahora no es igual, porque los que tienen acceso a las tiendas de los diplomáticos comen mejor, lo cual es otra vez volver a caer en la desigualdad.

* * *
–Elenita, tú siempre has estado en posiciones cercanas a la izquierda.
–Francamente de izquierda.
–¿Cómo te mueves en el medio cultural donde la intelectualidad se ha dividido tanto en el caso Chiapas, con esta postura tuya? ¿No recibes críticas, no te peleas?
–Sí, claro que sí recibo críticas, me siento muy rechazada muchas veces, muy condenada, a veces muy vapuleada, pero desde luego mucho menos siempre que la gente que de veras está luchando. Yo lo único que hago, si quieres, es solidarizarme, pero yo no lucho, yo no estoy en la selva comiendo víboras y teniendo enfermedades del estómago. Yo estoy aquí muy tranquila.
–Conociste a Benita Galeana, ¿cómo era ella?
–Era muy brava, guapa, alta, que no sabía leer ni escribir. Bueno, yo la vi hace poco y escribía en máquina ya, pero con muchas dificultades. Para escribir le ayudó primero Juan de la Cabada, que era un tipazo, y luego el que fue deveras bueno con ella como un pan, y además tiene una crónica maravillosa sobre los ferrocarriles, es este periodista Mario Gil, a quien no se le ha hecho justicia, un gran cronista, y no sabes hasta que murió cómo la ayudó. Un tío mío, que se llamaba el Conejo, bueno así le decían en el “Ambassadeurs”, Paquito Iturbe Escandón, un señor excéntrico que le ayudó mucho a Orozco comprándole pinturas y le ayudó a pintar murales a Rodríguez Lozano, bueno, un gran promotor de arte en este país… pues ese Paquito la ayudó a la Benita Galeana y la invitaba a cenar al “Ambassadeurs” y le decía “no, tú vente con tu trenza, tú con tu trenza”, y la sacaba y la llevaba para arriba, para abajo. Y yo por una de las razones que me acerqué a Benita fue por el tío Paquito.
“Otra mujer formidable a la que nunca se le hizo nada de reconocimiento fue Concha Michel, amiga de Lupe Marín, y lo que hizo Vicente T. Mendoza con el folclor mexicano, ella recogió todos los corridos populares, las canciones antiguas, las apuntó todas, y las cantaba en todas partes, recorrió la república mexicana con su guitarra. Fue mujer de Hernán Laborde, del Partido Comunista. Y era una tipaza que tampoco le han hecho nada de justicia.
“Y había otra, Aurora… ay, cómo se llama, luego te doy el nombre, aparece en mi libro de Tina Modotti… la mujer de Héctor Godoy, muralista, y era una mujer a todo dar. Pero ahora hay un gran rescate de las mujeres”.
–Conocemos tu apoyo para el libro de Adriana Malvido sobre Nahui Ollin. Fabienne Bradu ha hecho la vida de Antonieta y acaba de sacar Damas de Corazón, con biografías sobre Machila Armida, Consuelo Sunsin, María Asúnsolo, Ninfa Santos y Guadalupe Marín, etc. Pero son mujeres que brillaron en los veinte, los treinta. Pero si venimos un poco más acá, supongo que trataste a Rosario Castellanos.
–Uy, sí. Pero fíjate que yo la amé muchisísimo, me pareció una maravilla de mujer. Era de las gentes que te hacen ilusión, que sabes que la vas a ver y te llenas de ilusión. Pero yo no fui por ejemplo su gran amiga así como Dolores Castro, simplemente fui una gente que la quise mucho y admiré mucho su eficacia. Ella escribió para La noche de Tlatelolco ese poema que se llama “Memorial de Tlatelolco”, y me dijo: “te lo tengo dentro de ocho días”. Y de repente a los ocho días me habló: “Elena, por qué no vienes por el poema, ya está listo”. Era una mujer que lo que decía lo hacía. Y yo la quise mucho porque era la gracia personificada. Era una mujer llena de gracia.
–También era una mujer muy graciosa, en otro sentido, muy mágica, Elena Garro. A ella la traté más que a Rosario, pero con Rosario Castellanos se me derrite el corazón. Era su fragilidad, su ternura, su sentido del humor”.
–Elenita Garro, mujer de imaginación, juguetona, ¿no?
–Sí, y además tenía las piernas tan bonitas como las de Marlene Dietrich, no sabes qué piernas tenía. Han de decir que en qué me fijo, ¿verdad?
–Pero de estas mujeres que has tratado en tu vida, luchadoras, a quién has querido más.
–Me la pones difícil. El amor por la Jesusa Palancares fue tan violento que me achicharró. Pero hay otras que he amado mucho, pero que no son conocidas ni reconocidas. Una mujer que a mí me encanta es Evangelina Corona, la del terremoto.
–La de las costureras. ¿Cómo te acercaste a ella?
–Yo me fui a San Antonio Abad. Me fui allí nada más, luego del terremoto, así se dio la relación. Como periodista. Ser periodista es una maldición, pero también una bendición. Es una mujer formidable. ¿Y sabes a otra mujer que yo quise mucho? A la mamá de Carlos Monsiváis. La traté y ella le dejó de herencia a Monsiváis quererme, porque el Monsiváis, por él, no me quisiera nada. El no quiere nada a las mujeres, le interesan un poquito.
–Pero a ti te quiere.
–Pero porque su mamá lo obligó, de veras, te lo juro.
–Y tú como mujer que tiene una vocación y una lucha también, en tu relación con los hombres, profesionalmente, ¿te han ayudado, te han marginado?
–Mira, por ejemplo Juan Rulfo, cuando salió la edición de Ficción que dirigía Sergio Pitol en la Universidad Veracruzana, de Lilus-Kikus, él hizo la contraportada. Siempre me apoyó mucho en general. Octavio Paz hizo el prólogo de La noche de Tlatelolco que se tradujo como Masacre en México. Me hizo leer a Sigüenza y Góngora, lo leí rápidamente, es de la época de Sor Juana, me maravilló. Otra gente que siempre he sentido su cariño y su apoyo es Héctor Aguilar Camín, es algo que percibes por intuición: jamás lo veo pero lo percibo. Es una actitud de él, y también hacia Ángeles, siento que la apoya muchísimo. Yo percibo porque siempre me pregunta con afecto “en qué estás trabajando”, se interesa. De la gente joven es el que más interés me ha demostrado por mi trabajo.

* * *
–Escribiste un libro sobre una mujer marginal, Angelina Beloff, esa actitud de abandono de Diego Rivera, que hablabas, la del hombre que pasa así por la vida. ¿Piensas escribir algo más sobre mujeres?
–Yo toda la vida voy a escribir acerca de mujeres. ¿Ahora sabes qué cosa hice? Traduje las memorias de mi mamá. Se van a publicar. Yo le pedí que hiciera algo, “cuéntame tu vida”, y entonces me escribió las memorias. Y no sabes, como ella estuvo en la Segunda Guerra Mundial y manejó una ambulancia, pues tiene una vida muy fascinante. Se llama Paula Amor, es prima de Pita Amor. Además no sabes qué linda es, tiene 87 años, es una viejita divina. Pero fue una mujer preciosa. Escribe en francés y yo las traduje todas al español. Nada más tengo que trabajar con ella en aclarar ciertas cosas, luego pone cosas de cierta gente que ya ni pifa, ni existe, entonces hay que quitar. Luego de repente te habla de 1928 y al ratito ya te está hablando de 1980. Le digo “no mami, no puedes hacer esos brincotes”, entonces tengo que poner todo en orden. Pero eso sí lo he hecho con un enorme gusto. Voy retedespacio, porque como siempre hago todo lo que no debo de hacer.
–¿Cómo se van a llamar?
–Fíjate que yo quería ponerle lo de Renato Leduc, “Dar tiempo al tiempo”, pero eso no le gustó mucho. Es retedifícil ponerle título a las memorias, cómo les pones. Cómo les pones. Entonces le tengo que buscar uno. A mí me conmueve mucho este libro pero es de mi mamá, ahora hay que ver si les funciona para los que no es la mamá de muchos lectores.
–¿Sabes de quién no hemos hablado? De otra mujer luchadora, Rosario Ibarra.
–Ah sí, esa es otra mujer que yo quiero muchísimo. La primera vez que la vi fue en la manifestación en contra de que habían nombrado a Díaz Ordaz embajador en España. ¿Te acuerdas de que iban gritando por las calles de México: “Al pueblo, de España, no le manden esa araña?”. Ahí se me acercó Rosario, y me dijo: “yo la quiero ver, yo la quiero ir a buscar”, y la invité a la casa. Recuerdo la expresión en su rostro, y vino a la casa. Y Pagés Llergo me decía: “Qué necesidad de andar buscando a esta señora, probablemente hay gato encerrado. Cuántos artículos vas a escribir de esto”, porque yo trabajaba enSiempre!. Y yo le decía: “pues déjame hacerle unos dos”, y decía: “no, esa señora no da ni para medio artículo”. Así era Pagés. “Y además, no te metas en líos”. Y yo pues hasta la fecha me estoy metiendo en líos y hasta la fecha soy devota de Rosario. Pero ahora la veo muy poco, pues como está trabajando tanto… Ella para que veas sí es de clase media alta de Monterrey, pues su hijo desapareció en un coche Grand Marquis. Ella se pudo quedar encerrada en su casa a chillar. Y lo que hizo fue volverse de un día para otro en una formidable luchadora social, una como no hemos tenido en mucho tiempo. Muchas de las cosas que ella dice a mí me parecen a veces equivocadas en su discurso, pero lo que ella ha hecho consigo misma, la construcción de la Rosario Ibarra que ella se ha vuelto es una maravilla.
“Rosario y yo íbamos a Nueva York a una cosa de desaparecidos políticos, y de repente íbamos caminando por el pasillo ese del aeropuerto y salieron miles a tomarnos muchas fotos, y yo le digo: ‘ay Rosario, mire qué populares somos’, y ella me dice: ‘ay Elenita, no sea usted ingenua, son de la Federal de Seguridad y nos están fichando’. Por eso yo digo que tengo un ángel de la guardia del tamaño del mundo. Lo que pasa es que ella está en el centro de una lucha muy fuerte.
–Y tú, tu lucha. Por ejemplo, con lo de Chiapas tú has dicho tu verdad y has estado a favor de las causas de este conflicto. ¿Qué ha significado para ti?
–Mira, México es muy sorprendente, porque en un país donde la retórica más aterradora es la revolución y siempre te están atestando la revolución desde hace 60 años y todo es la revolución y la revolución, de repente hay una revolución y todo el mundo se enoja, ¿no te has fijado? Y todo el mundo quisiera echar a Marcos cien metros bajo tierra. Ahora, para mí él sí es una figura moral, y yo creo que para muchos jóvenes también. Los jóvenes necesitan creer en alguien, creer en algo, y obviamente Marcos es una figura muy romántica. Yo creo que el diálogo no se da aquí en el Zócalo porque tienen tal terror de que el Zócalo vuele en mil pedazos porque la gente se va tras de Marcos. Bueno, a mí nunca me ha importado como sea Marcos, con capucha o sin capucha, pero ahora ya se sabe que se le pone un nombre y es Rafael Vicente Guillén, hijo de un papá que de tal palo tal astilla, que dices hijo de tigre pintito, igualitos los dos, y entonces ya hay una figura muy concreta en quién centrar toda la situación.
–¿Y cuál es tu lucha más fuerte?
–Mi lucha conmigo misma. Todas las noches. Tu lucha contra quién es contra ti mismo. Es la lucha con la melancolía.
Y no hablamos de Frida.
Fuente: Revista Proceso en línea, véase: http://www.proceso.com.mx/?p=359007

Sor Juana: infografía con su historia.



































Fuente: Revista Vértigo, véase:

Vértigo Político

Plataforma de análisis e investigación política de México.
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9 de enero de 2014

Revista Razón y Palabra: Sor Juana Inés de la Cruz, Transmisora de lo Popular

Por Susana ArroyoNúmero 30
Es para mí un honor hablar de Sor Juana Inés de la Cruz en un foro tan importante como este I Congreso Internacional Sociedades y Culturas. La primera vez que presenté una comunicación sobre la obra de la poetisa mexicana aquí, en España, fue hace 10 años en la ciudad de Burgos. En aquel momento mostraba algunos resultados de una larga investigación sobre uno de los poemas magistrales de Sor Juana, el Primero Sueño, laberíntica silva de 975 versos cuya riqueza léxica y abundancia de alusiones, mitos y tropos, en el más preciso hiérbaton, la convierten en una obra de inigualable belleza y esplendor poético, así como fuente de hondas disertaciones por estudiosos y eruditos de todo el mundo. En esta ocasión, muestro "la otra cara" de una escritora por demás sui generis, una monja criolla del siglo XVII quien en su tiempo recibió altos honores como dama de la Corte de la Virreina, la Condesa de Paredes, en el entonces virreinato de la Nueva España. Al señalar "la otra cara", me refiero a su poesía popular.

En esta comunicación pretendo definir las líneas de tono popular características en una parte de la obra de una de las escritoras más importantes de México, no sólo de la literatura mexicana o hispanoamericana sino de la literatura universal, y no sólo de la época del barroco colonial sino de todos los tiempos debido al alto nivel de sus matices lingüísticos, estilísticos y retóricos.
Sor Juana, bien llamada por el filósofo alemán Ludwig Pfandl la "Décima Musa"1, nace hacia el año 1650, época difícil para el mundo novohispano. La Corte Española había logrado asentarse en un territorio entre cuyos moradores se había impuesto la perfección del linaje. Desde la antigua Tenochtitlan se cumplía con alto rigor la jerarquía estamentaria: nobles, sacerdotes y militares encabezaban el crisol de inalterables castas en las que siempre hubo un elemento común: la pureza de la sangre indígena.
Tras la Conquista, además de una situación política, militar y social de absoluto desconocimiento para los indios y una religión de difícil comprensión y aceptación, surge un nuevo significado del concepto "casta".
De la sección de Historia Colonial compendiada por numerosos historiadores, publicada por la Editorial Dolmen cito:
Las pocas mujeres españolas existentes en Indias, los escasos prejuicios raciales del español, y la baja extracción de los emigrantes influyeron poderosamente en el fenómeno del mestizaje. Las mujeres españolas que emigraron a Indias fueron entre el 10 y el 20 por ciento de los hombres, a lo que hay que añadir que éstos eran por lo regular muy jóvenes.

El emigrante español tenía entre 18 y 25 años e iba solo, por lo que formaba su familia en América. En cuanto a los escasos prejuicios raciales del español, éstos derivaron de la misma formación de la etnia hispana, integrada por numerosas oleadas de pueblos europeos y norteafricanos.

El español estaba lleno de prejuicios sociales y religiosos, planteándose serios problemas a la hora de casarse con una india, pero carecía de prejuicios para unirse sexualmente con mujeres de otras razas.
El tercer factor, la baja extracción de los españoles, inducía a muchos a preferir unirse con indias que nada exigían, ni siquiera el matrimonio, en vez de españolas, presuntuosas y exigentes y muy selectivas, quizá por su misma escasez. El mestizaje surgió, por ello, coetáneo al descubrimiento y la conquista.

Las huestes penetraban en los poblados de los naturales y violaban o robaban las mujeres. Los españoles originaron mestizos procedentes de uniones ilegales o libres, lo que hizo caer sobre tales mestizos el estigma de su vergonzoso origen. El problema fue en aumento, porque la selectividad de la mujer española para unirse en matrimonio con blancos acomodados obligó a los mestizos a unirse con mestizas o con indias. A los mestizos se unieron los mulatos, por lo común fruto de la unión de blancos con negras, ya que aquí operó aún más la selectividad de la mujer española para buscar pareja por lo que fueron igualmente fruto de uniones libres y tuvieron el mismo estigma de su ilegitimidad, sumado al de su ancestro de esclavitud: lo más infame que podía concebirse. También representaron un serio problema a causa de su aumento.

Los mulatos sufrían las mismas prohibiciones que los mestizos, y algunas más. Así, por ejemplo, no podían andar por las calles de las ciudades durante la noche o montar a caballo. Las mulatas y negras libres tenían prohibido usar adornos de oro o perlas y vestirse con telas de seda, lo que satisfacía mucho a las criollas.
En cuanto a las castas, fueron el resultado de múltiples cruzamientos interétnicos. Los mulatos se unieron frecuentemente a indias o mestizas, surgiendo así los zambos, principio de una serie de castas donde fue imposible determinar los ancestros. Estas castas fueron consideradas la ínfima clase social.

El estamento superior de la sociedad colonial lo constituyeron los españoles y sus descendientes los criollos. (Fin de la cita).
En este mundo por demás barroco, nace Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana a las faldas del Popocatépetl y el Ixtaccíhuatl, majestuosos volcanes, en un pequeño poblado cuyo nombre en sí nos da cabal idea del mestizaje: San Miguel Nepantla. Sin embargo, Sor Juana nace criolla, hija de una madre criolla y padre de origen vascongado, aunque siempre preocupada por la desventajosa situación de mestizos, negros, zambos, etc.

Sor Juana cultivó todos los géneros poéticos de la época, aprendió latín en 20 sesiones y versificaba de natural intento en endecasílabos y alejandrinos, en octavas reales y en perfecto español apegado a las normas lingüísticas, retóricas, estilísticas y estéticas de la época. Desde muy temprana edad compuso piezas de refinado lirismo, con profundo conocimiento del arte clásico e impregnadas de la sabiduría que depuró en su cuantiosa biblioteca. La inmensa mayoría de su obra literaria -compendiada en cuatro tomos por el Padre Alfonso Méndez Plancarte, en 19513 -, abarca comedias, sainetes, autos, loas, letras sacras, sonetos, liras, endechas, décimas, romances, silvas; en prosa suCarta Autobiográfica a Sor Filotea de la Cruz y, de manera muy especial los villancicos, pequeñas piezas compuestas para ser cantadas.
Sor Juana no abandona el culteranismo y el conceptismo, lo alterna con obras de escasa dimensión literaria para acercarse con legítima intención a las clases populares, a las etnias, a los desprotegidos, a las castas.
Sor Juana manejaba con donaire la lengua de los indios, el náhuatl. Su convivencia con las tan diversas mezclas étnicas, aunada a su inquieto espíritu y su inmensa capacidad literaria, la llevó a componer obras en latín, en un perfecto español al estilo de Góngora y Quevedo y, de manera traviesa y juguetona, pequeñas piezas llamadas "tocotines", mezcla de náhuatl y español, de canto, baile y poesía; alegría y divertimento, imaginería barroca.
¿Los temas? Eran los usuales o casuales de la época, la llegada de un nuevo embajador español, el nombramiento de otro, el cumpleaños de la Virreina o la celebración de algún santo.
Tras la Corte, el enclaustramiento. Así, Juana Inés es apoyada por la Virreina para recibir los votos como monja jerónima. Desde la celda del Convento de San Jerónimo en la hoy Ciudad de México, Sor Juana compone su majestuosa obra lírica publicada en su tiempo por encargo de la Virreina en las ciudades de Madrid, Barcelona y Sevilla, principalmente, y una que otra pieza suelta en Puebla de los Ángeles (México) .
Dentro de estas publicaciones -Inundación Castálida, Segundo Tomo de las Obras completas, Obras Poéticas de la Musa Soror Juana, Fama y Obras Póstumas (desde 1676 hasta 1700)-, y a veces de manera aislada, se encuentran los delicados Villancicos.

Los villancicos originalmente son escritos en latín como anticipación a las celebraciones de Navidad. La más famosa colección que existe de esta forma aparece en el Cancionero de Palacio, publicado en 1500. Sin embargo, el tono popular de los villancicos fue procurado por los grandes escritores españoles desde el Marqués de Santillana, Garci Sánchez de Badajoz, Gil Vicente o Juan del Encina hasta Cervantes, Góngora, Lope y Quevedo. Sor Juana, por tanto, es consecuente con su época y con una vasta tradición literaria. Sor Juana, además de latín y español, escribe villancicos en náhuatl.
No contenta con la mezcla de tres idiomas, escribe delicados villancicos en dialectos juguetones: canario, vizcaíno y vascuence, negro, zambo, mestizo, mulato, indio, adjudicándoles estructuras gramaticales sencillas e imitando entonaciones y maneras de hablar. Entre ellos se encuentran ensaladas y entremeses, cantos de ocasión, juguetes, jácaras, etc.
Ejemplos de este mosaico étnico, retórico y lingüístico son los siguientes:
(Del Villancico II del Segundo Nocturno, Asunción de 1676)5
(Latín)
Illa quae Dominum Caeli
gestasse in utero, digna,
et Verbum divinum est
mirabiliter enixa:
cuis Ubera Puello
lac dedere benedicta,
et vox conciliavit somnum
Davidica dulcior lyra:
Quae subiectum habuit Illum
materna sub disciplina,
Caeli quem tramentes horrent
dum fulmina iratus vibrat.
(Del Villancico VII del Tercero Nocturno, Asunción de 1676)
(Español)
La Retórica nueva
escuchad, Cursantes,
que con su vista sola persüade,
y en su mirar luciente
tiene cifrado todo lo elocuente,
pues robando de todos las atenciones,
con Demóstenes mira y Cicerones.
Coplas. - Quintillas
Para quien quisiere oír
o aprender a bien hablar,
y lo quiere conseguir,
María sabe enseñar
el arte del bien decir.
En enseñar ejercita
la dulzura de su voz
que a tiempos no se limita;
que como su asunto es Dios,
siempre es cuestión infinita.
(Tocotín del Villancico VIII. Ensaladilla. Tercero Nocturno, Asunción de 1676) (Náhuatl6 )
-Tla ya timohuica
totlazo Zuapilli
maca ammo, Tonantzin,
titechmoilcahuíliz.
Ma nel in Ilhuícac
Huel timomaquítiz
¿amo nozo quenman
timotlalnamíctiz?
In moayolque mochtin
huel motilinizque;
tlaca amo, tehuatzin
ticmomatlaníliz.
Ca mitztlacamati
motlazo Piltzintli
mac tel, in tepampa
xicmotlatlauhtili.
(Villancico VIII del Tercero Nocturno, San Pedro Nolasco, 1677)
(Mestizo y mexicano)
Tocotín
Los Padres bendito
tiene on Redentor;
amo nic neltoca
quimati no Dios.
Sólo Dios Piltzintli
del Cielo bajó,
y nuestro tlatlácol
nos lo perdonó.
Pero esos Tepoxqui
dice en so sermón
que este San Nolasco
mïetchin compró.
Yo al Santo lo tengo
mucha devoción
y de Sempual Xúchil
un Xúchil le doy.
(Villancico VIII del Tercero Nocturno, Asunción, 1685)
(Ensalada)
[…]
Supplices te exoramus
ut preces nostras audias
miserrimosque exaudias;
te, Domina, rogamus,
Et ad Matrem mistissimam clamamus.

Prosigue la Introducción
-Bueno está el Latín; mas yo
de la Ensalada os prometo
que lo que es deste bocado,
lo que soy yo, ayuno quedo.

Y para darme un hartazgo
como un Negro camotero
quiero cantar, que al fin es
cosa que gusto y entiendo;
pero que han de ayudar todos.
Tropa. -Todos os lo prometemos.
-Pues a la mano de Dios,
y transfórmome en Guineo.

Negro
-¡Oh Santa María,
que a Dioso parió,
sin haber comadre
ni tené doló!
-Rorro, rorro, rorro,
rorro, rorro, ro!
¡Qué cuaja, qué cuaja, qué cuaja,
qué cuaja te doy.
-Espela, aún no suba,
que tu negro Antón
te guarra cuajala
branca como Sol […]

Prosigue la Introducción
-Pues que todos han cantado,
yo de campiña me cierro:
que es decir, que de Vizcaya
me revisto. ¡Dicho y hecho!
Nadie el Vascuence murmure,
que juras a Dios eterno
que aquésta es la misma lengua
cortada de mis abuelos.
Sor Juana es sinécdoque de mexicanidad, de universalidad; es, además, defensora a ultranza como transmisora de lo popular se manifiesta libre y rutilante en una protesta social para defender los derechos de las clases desfavorecidas y humilladas por los grupos del poder. Sor Juana es una ferviente defensora de los humildes e indefensos, de los marginados, de los esclavos, de quienes nunca eligieron la cuna a la que pertenecieron, de quienes integraron las castas. La vasta comprensión del mundo que le rodeaba la ha hecho una mujer adelantada a su tiempo.

Hay una gran variedad de lenguas en España y las más conocidas son castellano, catalán, gallego y vasco. Pero también existen otras 'lenguas', a las cuales frecuentemente se denomina dialectos o subdialectos, no sin muchas protestas de sus hablantes. Hay gran división de opiniones en este asunto. Ejemplos de este tipo son el valenciano, el balear, el mallorquín, el bable y el gascón. También se habla una variante de portugués en las zonas adyacentes a Portugal7.
Dijo alguna vez Don Miguel de Unamuno8 que las discusiones sobre los problemas de la lengua le recordaban algo que ocurrió en América y que que no olvidaría nunca. Tratábase de una orden religiosa que dio a los indios guaraníes un catecismo queriendo traducir al guaraní los conceptos más complicados de la Teología, y, naturalmente, fueron acusados por otra Orden de que les estaban enseñando herejías; y es que no se puede poner el Catecismo en guaraní ni en azteca sin que inmediatamente resulte una herejía.
Con toda seguridad a nuestra Sor Juana no le pareció así pues creyó prudente adoctrinar a los indios, zambos, mulatos y negros desde sus propias lenguas para quizá lograr así un acercamiento mayor a la Iglesia.
Del mismo Unamuno, concluyo esta disertación con una cita:
El español, lo mismo me da que se llame castellano, yo le llamo el español de España... El castellano es una obra de integración: han venido elementos leoneses y han venido elementos aragoneses, y estamos haciendo el español, lo estamos haciendo todos los que hacemos Lengua o los que hacemos poesía... España... Es renación, renación de renacimiento y renación de renacer, allí donde se funden todas las diferencias, donde desaparece esa triste y pobre personalidad diferencial.

Notas:
1PFANDL, Ludwig [a]. (1983). Sor Juana Inés de la Cruz. La décima musa de México. Trad. Juan Antonio Ortega y Medina. Edición y prólogo de Francisco de la Maza. (1946). México:UNAM.2<http://www.artehistoria.com/frames.htm?
http://www.artehistoria.com/historia/contextos/1535.htm
>
3 MÉNDEZ Plancarte, Alfonso. (1976). "Prólogo y notas". Obras Completas de Sor Juana Inés de la Cruz. Tomo I. Lírica personal. (1951). Biblioteca Americana. México:FCE.
4 <http://www.cuatros.com/villanci.htm>
5 Méndez Plancarte, Alfonso. (1976). "Prólogo y notas". Obras Completas de Sor Juana Inés de la Cruz. Tomo II. Villancicos y Letras Sacras. (1952). Bilbioteca Americana. México: FCE.
6 <http://www.ifrance.com/nahuatl/nahuatl.page.html>
7 <http://stp.ling.uu.se/~camilla/sped/intro.html>

8 Las lenguas de España, Miguel de Unamuno.
* Ponencia presentada en el I Congreso Internacional Sociedades y Culturas: Abriendo Caminos. Sociedad Española de Estudios Literarios y Universidad de Sevilla

Dra. Susana Arroyo HidalgoCatedrática del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, México y de la Universidad Autónoma de Barcelona, España

Fuente: http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n30/sarroyo.html

Ángeles Mastretta: Con ajenos pensares

Uno convive con los escritores muertos como si estuvieran vivos. Vienen a nuestra casa y se instalan a conversar de todo. Quizás no de la república, pero sí de que el volcán Popocatépetl echaba fumarolas cuando nació Sor Juana, mientras que Amado Nervo nunca lo vio sino quieto.
En el hermoso y encantado libro con que Nervo volvió a poner a Sor Juana en el ánimo de los desmemoriados mexicanos, dos siglos y medio después de su nacimiento, cita al padre Calleja, su primer biógrafo, cuando describe que ella nació cerca de “dos montes que no obstante lo diverso de sus cualidades, en estar cubierto de sucesivas nieves el uno, y manar el otro perenne fuego, no se hacen mala compañía entre sí”. Después, en un pie de página, Nervo comenta cuán raro le parece que apenas dos siglos atrás el volcán estuviera en actividad constante. No sabía él que un siglo después de su asombro estaríamos, nosotros, viendo brotar fuego y cenizas, no siempre ahí cerca, pero sí todas las noches, en un aparato que tal vez él, curioso y deslumbrado por las rarezas del mundo, encontraría cosa del cielo, porque da “la ilusión de una proximidad emocionante”. Como la que él sintió bajo el aire de Nepantla, la primera vez que ahí estuvo, “vagando entre los campos anegados de luna”.
Las cosas que podía escribir Nervo en elogio de un mundo que ya no sabemos nombrar así, porque le hemos tomado muchas fotos. Yo no sé cómo describir la emoción que provoca el volcán alardeando de brutal frente a un mundo que lo mira temiéndole menos que a otros fuegos.
Hace apenas un siglo, Nervo escribió deslumbrado por Sor Juana y la elogió como hacía mucho tiempo que no sucedía.
Hoy nos resulta normal que se hable de la monja como un ser excepcional cuya mente ayudó a formar “el alma de la Patria e hizo que se destacara poco a poco la individualidad de la misma”.
¿Quién se atrevería ahora a hablar así de quienes forman la idea, el pensamiento, la individualidad de nuestro país? Conmueve leer a Nervo hablando de nuestra patria, ya nadie habla aquí de la Patria, así, con mayúscula. Ahora es México, el México que querríamos, no el que tenemos, el México con un futuro indeciso, el México del desencanto y muchas veces del miedo. ¿Quién diría de unos jóvenes militares, de éstos que mueren porque sí, porque nadie, lo que escribió Nervo para los Niños Héroes?
Descansa, y que tu ejemplo persevere, 
que el amor al derecho siempre avive; 
y que en tanto que el pueblo que te quiere 
murmura en tu sepulcro: “¡Así se muere!”, 
la fama cante en él: “¡Así se vive!”.
Esta pasión de Nervo y Sor Juana por su país, ya no se dice así.
Escribió Sor Juana elogiando un huerto de la Nueva España en que le tocó vivir.
Pues si las flores le aclaman
Razón es que mi fineza
Ayude a su aclamación
Están los poetas sobre mi escritorio y andan aquí diciendo lo que se me ocurre al leerlos.
A propósito del volcán, hablamos del fuego. Y dijo Juana de Asuaje, como afirman que debería escribirse.
Que el Cielo todo en llamas encendido
De improviso a la tierra se ha venido
Y es tan crespo el volumen de centellas,
¡Que son rasgos el Sol, Luna y Estrellas!
Rasgo el sol, comparado con el volcán echando luces. Sin duda. De qué manera viene a cuento. Sor Juana siempre viene a cuento. Es cosa de llamarla. Y esto mismo creyó Nervo.

Todo yo soy un acto de fe.
Todo yo soy un fuego de amor.
Lo recitaba mi abuela que era memoriosa y aprendió de joven toda esta poesía, lo que entonces era como aprender canciones. Yo conocí de Nervo escuchándola decir.

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas
[agoreras
Nervo tiene frente a los tres tomos que están en mi escritorio, con las obras completas de la monja, una reverencia compartida conmigo. Supo que genios como ella no se dan todos los siglos y dijo con sencillez, al presentar el libro con sus reflexiones:

En este libro casi nada es propio:
con ajenos pensares pienso y vibro,
y así, por no ser mío y por acopio,
este libro es quizá mi mejor libro.

Busco en el tomo dos, el de los Autos y Loas, algo con que corresponda la monja. Y encuentro lo que podría ser su elegante agradecimiento:
Salgan signos de la boca 
de lo que el corazón arde
que nadie creerá el incendio
si el humo no da señales.
—Tiene razón, diría el volcán.
—Siempre la tiene, digo yo.
Desde el pequeño libro blanco dedicado a honrarla, dice Nervo: “Para un cerebro tan límpido como el suyo fue posible estudiar tanto y cosas tan varias al mismo tiempo, porque el poder de su ingenio bastaba de sobra a discernirlas y diferenciarlas”.
Vuelvo a Sor Juana para dar las gracias y ella responde con un guiño:
Quien vive por vivir sólo
sin buscar más altos fines,
de lo viviente se precia
de lo racional se exime;
y aun de la vida no goza:
pues si bien llega a advertirse,
el que vive lo que sabe, sólo sabe lo que vive.
—Madre, qué honda y acibarada elocuencia la vuestra, dice Nervo en su libro.
Y yo creo que ella estaría contenta de encontrar en otro poeta el reconocimiento que muchos le negaron por envidia. Y podría contarnos esto que escribió para explicarla: “Y así como ninguno quiere ser menos que otro, así ninguno confiesa que otro entiende más, porque es consecuencia del ser más. Sufrirá uno y dirá que el otro es más noble que él, que es más rico, que es más hermoso; pero que es más entendido, apenas habrá quien lo confiese…”.
—Habéis de ser admirable en todo. Hasta en cómo nombrar la envidia, dice Nervo.
—También usted supo de aclamación y envidias, le digo yo al delgadísimo Amado Nervo.
Y hojeando a la Sor le comento:
—Cuando murió lo lloraron multitudes y hubiera podido decirse de él lo que usted dijo del rey Carlos II, hemos de entender que porque así obligaba el tiempo, y no porque fuera del todo verdad sino porque además de ser preciso rimaba de manera tan hermosa que fue menester decirlo y decírselo a quien fuera:

El Agua pula cristales
la Tierra ostente matices
el Viento soplos aliente,
el Fuego luces avive:
¡Agua, Tierra, Viento y Fuego!
Todo a sus plantas se rinde
Cierto. Todavía en los años cincuenta del siglo XX, los adultos lo citaban a propósito de todo. Ni se diga el “Albor de un idilio”. Recuerdo, por ejemplo:
Nos amamos los dos intensamente,
aunque nunca lo digan nuestros labios.
¿Para qué ir a buscar las expresiones,
si tanto nos decimos al mirarnos?
O este otro:
Quisiera ser el rayo transparente
de la luna plateada y misteriosa,
para besar tu nacarada frente
en medio de la noche silenciosa.
Aún ahora, cuando enardecen las cantinas, nunca falta el valiente que alza su copa para decir “Cobardía”, su poema más célebre.
…Pero tuve miedo de amar con locura, 
de abrir mis heridas, que suelen sangrar, 
¡y no obstante toda mi sed de ternura, 
cerrando los ojos, la dejé pasar! 

—Triste, difícil y contagioso, le digo a la Sor, para seguir en la tertulia, mientras busco en su segundo tomo algunos de mis versos preferidos:

Si arde el mar, ¿qué hará la tierra?
Si el agua, ¿qué harán las flores?
Si los peces, ¿qué los brutos?
Si las ondas, ¿qué los montes?
Si la espuma, ¿qué la hierba?
Se vuelven divertidas las reuniones que hacen, sobre la mesa de mi estudio, los grandes escritores.
Sor Juana y Nervo pasaron hasta la medianoche hablando de sus coincidencias. Del tiempo, de la muerte, del desamor y el agua, del pasado y el miedo. De la escritura.
Nervo estaba feliz. Yo, ni se diga. Sucede con los poetas lo mismo que con los acróbatas, sólo el que ha intentado danzar como ellos sabe el tamaño de la dificultad que esconde la aparente textura fácil de un verso.
Dijo Nervo:

Por esa puerta huyó diciendo: “¡nunca!”
Por esa puerta ha de volver un día…
Al cerrar esa puerta dejó trunca 
la hebra de oro de la esperanza mía. 
Por esa puerta ha de volver un día. 

—¡Bravo maestro! ¡Viva la esperanza!, dije yo más borracha que ninguno.
Diuturna enfermedad de la esperanza
que así entretienes mis cansados años
y en el fiel de los bienes y los daños
tienes en equilibrio la balanza;
Escribió la Sor que tiene para todos. Nervo aplaudió y yo caí rendida con estos cuatro primeros versos de un soneto que no me conocía.
—Se acabó, dijo el tomo de Sor Juana cerrándose porque es grueso y no lo detuve. Así que la “Lírica Personal” se quedó muda.
Antes de irme a dormir, les dije de memoria dos líneas que me sé como si fueran una lección de siempre. A propósito del llanto y las pasiones, escribió Juana Inés hace mil años, cuando yo tenía quince:
Porque va borrando el alma
lo que va dictando el fuego.
Ángeles Mastretta. Escritora. Autora de MaridosMal de amoresMujeres de ojos grandes Arráncame la vida, entre otros títulos.
Fuente: Revista nexos
Véasehttp://www.nexos.com.mx/?p=14871

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