12 de Noviembre natalicio de Sor Juana

Evocación a Sor Juana en su cumpleaños

Sor Juana y Quevedo...todo se puede decir

Las palabras eran perlas con las que podría hacer collares, ladrillos con los que construiría castillos, lodo con el que fabricaría personas...

Sor Juana precursora de la nueva mujer I

La palabra de sor Juana se edifica frente a una prohibición…Su decir nos lleva a lo que no se puede decir...

Sor Juana precursora de la nueva mujer II

Curiosa irredenta, estudiosa del mundo que le tocó vivir, poeta, mujer misterio, fiel a su vocación

Mujeres inconvenientes, sin centavear

Su producción literaria se caracteriza por su sinceridad y fuerza, que alcanzan tonos desconocidos de sus contemporáneos

20 de abril de 2013

Sólo para sorjuanistas


Sólo para sorjuanistas

Linda Egan

 
Sara Poot Herrera,
Los guardaditos de Sor Juana,
UNAM, Textos de Difusión Cultural,
México, 1999.

En Los guardaditos de Sor Juana, Sara Poot Herrera indaga en novedosas investigaciones acerca de la más destacada figura del México colonial. Su libro reúne trece ensayos en torno a una serie de cartas y ensayos que la investigadora caracteriza como "guardaditos" o escritos que la monja barroca no soltó para la circulación pública. Estas cartas y poesías, algunas todavía no atribuibles incontestablemente a Sor Juana, no salieron en las diversas ediciones de su obra que se hicieron antes y poco después de la muerte de la monja. En el caso de Los guardaditos de la profesora Poot Herrera, los textos individualmente representan capítulos de un drama sociopolítico y literario que, al publicarse en su mayoría entre 1995 y 1999, contribuyeron al desarrollo de tópicos críticos que iban surgiendo alrededor de nuevos hallazgos en el campo sorjuanino. El conjunto de estos artículos, ahora en forma de libro, deja ver con mayor claridad aún y una perspectiva global, la red de relaciones entre documentos y personajes que la investigadora destaca. Poot Herrera nos permite entrever causas y efectos que antes parecían más enigmáticos.
En primera instancia estos ensayos enumeran, describen, fechan y, con abundancia y precisión filológicas, glosan cinco descubrimientos que ahora amplían la obra de Sor Juana y los estudios sobre ella: un soneto desconocido hasta 1964; unos Enigmas escritos para monjas en Portugal, publicados en 1968; la llamada Carta de Monterrey con la que, en 1682, Sor Juana despidió a su confesor (hallada en 1980); un final a la comedia La segunda Celestina, atribuido a Sor Juana, hallado en 1990; una Carta de Serafina de Cristo, posiblemente de Sor Juana, descubierta en 1960 y hecha pública en 1995, y otra versión de una Protesta de la fe que la monja parece haber redactado en 1694. Esta Protesta se dio a conocer en 1997.
Gran parte del valor de estos nuevos textos está en su relación con el grueso de los escritos siempre conocidos de Sor Juana; el juego entre lo público y lo privado es el eje organizativo de Los guardaditos. Al explicar selección y ordenamiento de los ensayos, la introducción tal vez sea la mejor reseña de este volumen. En ella, y manifestando su interés por la historia novohispana y la biografía de Sor Juana, dice Poot Herrera que quiso hacer hincapié en los hallazgos recientes y, al mismo tiempo, considerar "cómo había vivido Sor Juana en el convento; o sea, ver sobre todo esa parte de clausura, de intimidad, respecto a la escritora y su creación". Inevitablemente, ver lo privado involucra lo público y oficial, que conlleva la amenaza y la realización de actos de censura. En los textos que siguen, la investigadora entrega lo que ha prometido: una visión de la escritora y su entorno que, mediante un detallismo intenso, revela la vocación de una arqueóloga de la literatura que del verso y la prosa obtiene evidencias que afinan la imagen borrosa de la monja, una visión opacada por los signos de interrogación que todavía penden sobre los estudios sorjuaninos.
Los primeros seis ensayos y el penúltimo están directamente relacionados con las cuestiones de autoría inherentes a los escritos antes desconocidos y los que la crítica ha producido a partir de su descubrimiento. La mayor parte de lo que dice Poot Herrera al respecto se dedica a un examen minucioso de la Carta de Serafina de Cristo y las circunstancias de su producción; el erudito Elías Trabulse ha afirmado en diversos documentos que la carta es un borrón satírico de la famosa autodefensa que Sor Juana iba a redactar un mes después, en 1691: la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (es decir, al obispo de Puebla). Sin entrar en el detallismo requerido para aseverar teorías verosímiles al respecto, cabe notar que la postura de Poot Herrera se muestra prudentemente flexible, vacilando entre autocuestionarse o aceptar la afirmación de Trabulse acerca de la autoría del texto; para la fecha de Los guardaditos, la investigadora deja entreabierta esa puerta, satisfecha por la velocidad con que la existencia del texto, escrito por quien fuera, aumenta el tableau dramático que rodeaba la publicación, meses atrás, de una controvertida carta de Sor Juana (la llamada Atenagórica, sobre cuestiones teológicas) y que colocó a la monja en el eje de un huracán de censuras y ?ahora lo sabemos gracias a laSerafina? de elogios también. Desde la perspectiva que tenemos hoy sobre aquel episodio podemos ver que, al perder la batalla por su derecho a expresarse públicamente sobre cuestiones teológicas, Sor Juana no fue a su destino sola: también terminó castigado un sacerdote que, dentro del propio convento de la monja, se había arriesgado a alabar a Sor Juana, precisamente por su agudeza teofilosófica y retórica.
A este nuevo enfoque de debate crítico, la profesora Poot Herrera contribuye con importantes facetas. Aparte de resumir y ordenar datos dispersos, compara la Serafina con escritos conocidos de la monja y revela, persuasivamente, el interés particular de Sor Juana en los tópicos espirituales que más se vinculan al nombre de Serafina, lo cual fortalecería la teoría de Trabulse. A final de cuentas, sin embargo, la importancia fundamental del debate sobre autoría de la Serafina "es que demuestra que el campo sorjuanino sigue vivo, en pie y encaminado hacia nuevos hallazgos y diversidad de visión sobre obra y vida de la monja".
Prueba magistral de la fuerza imperecedera de los estudios sorjuaninos es, en particular, el segundo ensayo de Los guardaditos, "Sor Juana y su mundo, tres siglos después" (primero publicado como introducción al volumen epónimo, editado por la misma Poot Herrera en 1995). El texto es un ejemplo inmejorable de la erudición, del espíritu filológico y de la voz personal de Sara Poot Herrera. En "Sor Juana y su mundo" se propone ver la situación de Sor Juana respecto a su clausura y la censura ejercida contra la monja y su obra.
Otros dos ensayos y gran parte del último (el cual se puede leer a manera de conclusión del volumen) se dedican a la enumeración, descripción y glosa de muchos romances, una de las formas poéticas predilectas de Sor Juana. Otro aspecto de la labor filológica y biográfica de Poot Herrera es que estas lecturas cubren más de tres décadas de escritura e identifican datos que suelen considerarse autobiográficos. En la serie de artículos, la investigadora destaca los múltiples usos del romance, forma de versificación casi conversacional con un fuerte aspecto epistolar y una "presencia femenina" que se vincula a la veneración sorjuanina de la Virgen María y la amistad de la monja con virreinas y otras mujeres nobles, tanto en la Nueva España como en España y Portugal . Acertadamente, Poot Herrera observa que los romances de Sor Juana "son literal y metafóricamente archivos del tiempo" marcado por la monja desde su celda y, además, que "las anáforas de algunos romances, y sus estribillos son testimonios, repeticiones de la vida cotidiana". De hecho, los romances son "parte fundamental de la obra sorjuanina en los que se leen las circunstancias, los diálogos de la época, su cruce intertextual y contextual".
En todos los ensayos de este volumen se fabrican discursos paralelos ?biográfico, autobiográfico y bibliográfico? entre matorrales de datos: nombres, siempre completos, reiterados; fechas precisas, completas y ordenadas cronológicamente (hazaña que por sí sola expone una mina de oro en el campo no solamente sorjuanino sino también novohispano); lugares, geográficamente situados en relación con otros sitios notables en el escenario novohispano; páginas y procedencia de manuscritos examinados y citados; datos bibliográficos exhaustivos y reiterados; enumeraciones continuas y precisas; series que incluyen toda posible permutación, e insistentes genealogías. La erudición de Los guardaditos y la voluntad detallista de su autora no dejan dato sin documentar. Editora y colaboradora de varias antologías de ensayos críticos sobre Sor Juana, Sara Poot Herrera funciona aquí como única autora, cuya mano en la tarea de redactar se manifiesta de la primera a la última página. Los guardaditos, como todas las colecciones que Poot ha traído a la luz, combina la disciplina técnica con la inclusividad filológica. La limpieza textual abre campo para el lector que quiera atravesar esta geografía semántica.
Como si se diera cuenta de que tanto academicismo obliga a conceder un descanso, Poot Herrera nos regala juegos de palabras y otras frases felices. Para citar algunas, dice la profesora que Sor Juana "se supo la mejor de todos y supo que todos supieron que era la mejor" y, respecto a la Carta al padre Núñez con la que Sor Juana despide a su confesor, que la quería muerta al mundo, dice Poot Herrera: "pero Sor Juana estaba y era muy viva". Luego, respecto al texto privilegiado del segundo volumen de sus obras, dice también Poot Herrera que la controvertida Carta Atenagórica, la que da fin a la aventura escritural de la monja, "es corona de un libro y corona de espinas para su autora".
Con razón se podría caracterizar la erudición de Sara Poot Herrera como un tipo único de lectura narrativizada, como una glosa fascinante de erudición ajena. Más que nada, podemos contar con que esta académica ha leído todo material disponible sobre el tema y que es capaz de ordenar infinitos detalles para destacar tensiones, tendencias y otras consecuencias antes no vislumbradas. En un sentido concreto, la autora narra una bibliografía que termina siendo elegante y a veces juguetonamente anotada. Para citar una instancia particularmente dramática, habría que ver su ensayo "La segunda Celestina: ¿de Salazar y Torres y Sor Juana?". Al reunir datos de todas las publicaciones existentes sobre el hallazgo del susodicho drama, Poot Herrera nos ofrece la bibliografía más inteligentemente anotada que se imagine o desee. Para decirlo de otra manera, el texto sobre La segunda Celestina es en sí una reseña crítica y provocadora, un "repaso de trabajos" que pone a nuestra disposición una cantidad de lecturas precisamente calibrada.
En su conjunto, los textos que componen Los guardaditos de Sor Juana teatralizan la propia erudición y, al animar así los hechos enterrados en bibliotecas, incorporan a una Sor Juana a la que podemos ver actuar, más brillante que nunca, como estrella de un drama trascendental, algo así como la figura exageradamente grande de la Marina representada en los Lienzos de Tlaxcala como la fuerza reinante del conflicto entre poderes europeos y americanos. Habiendo sacado de los pliegues de su hábito los "guardaditos" que atesoraba la monja, Poot Herrera magnifica la importancia del rol de aquélla en la vida novohispana. No es ya simplemente la heroína desde siempre reconocida de las letras barrocas, ni sólo la víctima feminista de la misoginia, sino también jugadora hábil y osada en las partidas socioculturales de su momento, contiendas cuyas reglas ella se atrevía a cuestionar, aun a sabiendas de que las consecuencias podrían ser fatales.
En uno de sus observadores más perspicaces ?es decir, en Sara Poot Herrera?, vemos a una cabalista que invoca los mágicos poderes de cifras y hechos para sacar vida a los muertos. Los lectores de Poot Herrera deben ser tan pacientes con su erudición como a su vez Sor Juana lo tenía que ser con los conspiradores que maniobraban su destino. Pero si nosotros, lectores tanto de Poot Herrera como de Sor Juana, nos valemos de tal paciencia, seremos premiados con una visión que otras obras no nos dan de la erudita inmortal del México virreinal, genio y heroína popular que sigue declamando en el teatro de nuestra imaginación.

Fuente: 
Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2000/08/20/sem-libros.html 

Sor Juana: poesía que libera


Sor Juana: poesía que libera
José Cueli
G
uarda Sor Juana Inés de la Cruz, como venerable reliquia del arte, un eco del pasado conventual que en la literatura tuvo su religión más pura. Poesía con suavidad de clavicordio que nos acerca a la armonía suprema del más allá.
La escritura de Sor Juana está vestida de ricas sedas, valiosas incrustaciones y sonidos de finas maderas. Espejos que nos recuerdan las posibilidades de la mujer de saltar las bardas de la opresión mediante su imaginación y creatividad.
La poesía de Sor Juana está labrada de airosos movimientos que despiden sonidos que no pueden profanarse como su palabra. Música de clavicordio, relicario de las musas graves, irónicas o espirituales. Es su poesía música que duerme al rumor de su ternura y el perfume de sus versos, y le imprime la huella de su feminidad al son de la clave. Mientras entran en éxtasis sus lectores.
La poesía con música de clavicordio de Sor Juana es ella misma, al igual que la suavidad y tersura con la que se desliza su escritura. No cambian más que las palabras e imágenes, la música es siempre letanía interior cantada con el eco inconfundible de su escritura interna, conventual.
Su clasicismo, piadoso como un espejo, nos devuelve la imagen que ayuda a recordar las imágenes anteriores en la hora melancólica de la tarde.
La poesía de la Décima Musa es evocadora de lo clásico, de lo perfecto y de lo acabado, remata con claridad cada verso. La ausencia que vive al escaparse las imágenes, entre las que se le fue la vida.
Su poesía es entrega, sin artificios ni engaños. Rimas que surgen de sus huellas más arcaicas, a las que busca con tranquilidad pero a la vez con pasión, y le encienden la piel con las tenues notas cristalinas de su rezo, arrullo de cuna.
En su poesía clásica hay una historia de amor nunca actuada. En ella tiene su escritura el mejor medio de expresión.
La base de su música de clavicordio, suavidad y misterio que descubren su finísima fragancia que le arrancan un eco casi imperceptible de su pasado y su proyecto al futuro, en una poesía universal.
Historia ligada a la armonía de las imágenes que se vuelven escritura, al margen del convento, en los márgenes de la piel de su cuerpo religioso.
Sor Juana Inés de la Cruz murió en 1695, durante una epidemia; pero fue la palabra la que dio libertad a su alma.
Fuente: La Jornada

19 de abril de 2013

Lena Bartula: Mi Divina Lysi


Los imprescindibles: Sor Juana Inés de la Cruz (documental)






Galería personal: Sor Juana, collage

30 de marzo de 2013

Los sueños, ¿sueños son?


Sor Juana inspiró a feminismo británico y EEUU desde hace dos siglos, experta


Sor Juana inspiró a feminismo británico y EEUU desde hace dos siglos, experta
28/05/2011 12:16 | lainformacion.mx
México.- La vida y obra literaria de la poeta mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, cuyos textos fueron analizados y publicados desde hace dos siglos en Londres y Nueva York, inspiraron a feministas británicos y estadounidenses, aseguró hoy a Efe la investigadora Sara Pott Herrera.


México.- La vida y obra literaria de la poeta mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, cuyos textos fueron analizados y publicados desde hace dos siglos en Londres y Nueva York, inspiraron a feministas británicos y estadounidenses, aseguró hoy a Efe la investigadora Sara Pott Herrera.
La especialista dio a conocer en entrevista con Efe el hallazgo de textos ahora desconocidos que recorrieron las revistas y libros editados por grupos de pensamiento avanzado tanto en Inglaterra como en Estados Unidos desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, "aspecto desconocido en los estudios de la monja jerónima".
Pott Herrera indicó que los dos tomos del libro "Sor Juana a través de los siglos", de Antonio Alatorre, que recoge la mayoría de análisis y comentarios en torno a la poeta, solo incluyen una nota de un libro estadounidense del siglo XIX.
La especialista de la Universidad de California recordó que hace dos siglos se criticó en México la obra de Sor Juana como poesías sin valor por su lenguaje barroco y se le condenó al olvido.
No obstante, destacó que en ese mismo tiempo los intelectuales ingleses y estadounidenses elogiaron su calidad literaria y sus posiciones de avanzada en defensa de los derechos y la libertad de las mujeres.
Recordó que la primera de estas notas en inglés fue dada a conocer por el especialista Enrique Martínez López, quien en una ponencia en 2005 comentó una biografía de Sor Juana publicada en 1823 en The New-York Mirror Ladies' Literary Gazette, publicación que cohesionaba a un numeroso grupo de intelectuales liberales.
Este semanario, que apareció de 1823 a 1830, publicó artículos de Walt Whitman, Edgar Alan Poe y otros, y sus editores pertenecían a una corriente literaria conocida como Knickerbooker School, que pretendían convertir a Nueva York en el centro literario de ese país.
"La vida y la obra de Sor Juana fueron motivo de atención en otros círculos; los de aquí, en la intelectualidad de fines del siglo XVIII y fines del XIX en Londres, Nueva York, Boston y Filadelfia", explicó.
Poot Herrera indicó que esa nota le sirvió para indagar desde cuándo se conocía a Sor Juana en Estados Unidos, y encontró que la misma información se había publicado en otras revistas a principios del siglo XIX y en la segunda mitad del siglo XVIII.
Señaló que se trató de "una investigación casi detectivesca".
Explicó que esta misma nota fue encontrada en 1819 en la revista Ladies' Literary Cabinet, en donde aparece también traducidas al ingles las redondillas de Sor Juana "Hombres necios que acusais a la mujer sin razón...".
La especialista mexicana encontró esta misma publicación en 1803 en uno de los libros de la feminista y novelista inglesa Mary Hays, quien fue gran amiga de la defensora de los derechos de la mujer Mary Wllstonecraft, autora del libro "A vindication of the rihts o women", de 1792.
Pero Poot Herrera agrega que la divulgación de Sor Juana no comenzó con Hays, sino que viene de antes, pues su biografía fue publicada en el libro "Apuntes de la historia, el genio, la disposición, los logros, los empleos, las costumbres, virtudes y vicios, del bello sexo, en todas las partes del mundo".
El mismo fue publicado en 1790 y su autor firmó como "un amigo de las mujeres", por lo que se atribuye a John Adams.
En esta obra también se incluye una traducción del poema "hombres necios... ".
No obstante, los mismos textos aparecen en un libro anterior titulado "Philosophical Historical and moral essay on old Maids", cuya primera edición fue en 1785 y que aparece hasta ahora como la primera fuente de las ediciones inglesas de notas biográficas sobre Sor Juana.
"Llama la atención ver que Sor Juana atrae el interés compartido de grupos intelectuales de ambos países, quienes la descubrieron y leyeron todo lo que se había dicho de ella y la valoraron como se valora ahora", indicó la investigadora.
Además se confirma que el feminismo inglés y estadounidense tuvieron un impulso en las obras de la monja jerónima.
La experta añadió que esa es una pequeña muestra, pero que aún existen otras publicaciones sobre Sor Juana que esperan ser redescubiertas.

(Agencia EFE)
Fuente:LA INFORMACION. COM, Véase:  http://noticias.mexico.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/artes-general/sor-juana-inspiro-a-feminismo-britanico-y-eeuu-desde-hace-dos-siglos-experta_oWW2E8O0xAuWmAxNCd6c3/

Revista Letras Libres: Lo jerónimo en Sor Juana


Por Gabriel Zaid

Revista: Letras Libres
Septiembre 2011 | 

Para ofrendar su vida a las letras, Sor Juana decidió refugiarse en un convento. En esta entrega, Gabriel Zaid vierte luz sobre las razones  que llevaron a la Décima Musa a elegir la orden jerónima, decisión que explica el tenor de su vida y obra enteras.
 Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) tuvo una madre soltera, analfabeta y empresaria que tomó a su cargo la hacienda manejada por su padre, un buen lector cuya biblioteca despertó en la nieta el apetito de leer.
Su inteligencia asombraba a todos y molestaba a algunos, como el necio que se atrevió a ofenderla con un epigrama sobre su origen familiar. Ella reviró con otro, “tan sangriento que nos duele en Sor Juana” –dice el padre Alfonso Méndez Plancarte, compilador de susObras completas. Fue una mentada de madre feroz, dos redondillas “que dan el colirio merecido a un soberbio”:


       El no ser de padre honrado
       fuera defecto, a mi ver,
       si como recibí el ser
       de él, se lo hubiera yo dado.

       Más piadosa fue tu madre,
       que hizo que a muchos sucedas
       para que, entre tantos, puedas
        tomar el que más te cuadre.



Con igual desenvoltura, pero sin motivos personales, escribió un
soneto respondiendo al desafío retórico de rimarlo en che:

 Aunque eres, Teresilla, tan muchacha,
le das que hacer al pobre de Camacho,
porque dará tu disimulo un chacho
a aquel que se pintare más sin tacha.

 De los empleos que tu amor despacha
anda el triste cargado como un macho,
y tiene tan crecido ya el penacho
que ya no puede entrar si no se agacha.

 Estás a hacerle burlas ya tan ducha
y a salir de ellas bien estás tan hecha
que de lo que tu vientre desembucha

 sabes darle a entender, cuando sospecha,
que has hecho, por hacer su haciendamucha,
de ajena siembra, suya la cosecha.

No era propio de una mujer, y menos de una monja, escribir así. Y, precisamente por eso –dice Antonio Alatorre en “Sor Juana y los hombres”– escribió este soneto digno de Quevedo: para demostrar que no era menos que los hombres. Octavio Paz, en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, había hecho esa comparación y subrayado algo importante: Ni estos ni otros poemas satíricos de Sor Juana fueron póstumos. Están en la primera edición de sus obras. Ella los envió a su editor en Sevilla sin aspavientos, y él los publicó con las debidas licencias eclesiásticas y del rey. Sor Juana, probablemente, los “consideraba, dentro de su programa vital de emulación literaria, como muestras de su capacidad para acometer todos los géneros en boga, aun los más arriesgados”.
Parece que la censura lo entendió así, porque el Calificador del Santo Oficio de la Inquisición (contra lo que imaginamos de aquellos tiempos) dice “que habiendo leído con singular atención cuanto en este volumen se contiene, nada he hallado que corregir [...] Ni en un ápice ofende, ni la verdad de la religión católica, ni la pureza de las costumbres más santas. Mucho sí que aprender, muchísimo que admirar; conque dejando el oficio de censor, tomara gustoso el de panegirista”...
Sor Juana se midió con los mejores poetas del Siglo de Oro, no solo Quevedo. José Gaos (En torno a la filosofía mexicana) la señala como figura precursora de los humanistas mexicanos “que dieron al siglo XVIII su esplendor: ser religiosos, afán de saber enciclopédico, saber de la ciencia moderna, interés por saber de las cosas naturales y humanas del país y por el progreso y emparejamiento de éste con Europa en los dominios de la cultura”. Sor Juana mostró que el emparejamiento era posible.
Pero Gaos, Paz y Alatorre olvidan a San Jerónimo, un letrado polémico y lenguaraz que creía en la inteligencia de las mujeres. Gracias a él, Sor Juana se sintió legitimada, como retoño de una familia espiritual que la ennoblecía. Su ancestro espiritual era un lector voraz, escribía maravillosamente y no tenía pelos en la lengua.
Juana intentó ser carmelita, pero esa regla tan pesada fue superior a sus fuerzas. ¿Por qué carmelita? Joaquín Antonio Peñalosa hace una buena hipótesis en Alrededores de Sor Juana Inés de la Cruz: a los diecinueve años de edad, Juana buscaba una figura tutelar para su doble vocación de soltera y escritora. Creyó encontrarla en Santa Teresa de Jesús, y, con el espíritu decidido de la reformadora, entró de novicia en la orden de las carmelitas descalzas. Pero los ayunos, penitencias y deberes la enfermaron. Renunció a los tres meses y, después de buscar tres meses más, se fue con las jerónimas para el resto de su vida. Había otros veinte conventos de monjas. ¿Por qué ese? Porque San Jerónimo fue un gran escritor, que creía en las bibliotecas y en la inteligencia femenina.
San Jerónimo creía que las mujeres tienen que hacer cosas más importantes que casarse. Promovió que se dedicaran al estudio, la contemplación y la oración, con tanto éxito que fue acusado de subversivo de la buena sociedad y líder de aristócratas rebeldonas. Su ejemplo era un apoyo frente a la pequeñez moral que no ve en la cultura más que vanidad y perdición. Era posible tener cultura y fe. Era posible ser mujer y letrada. Era legítimo tener una gran biblioteca y dedicarle mucho tiempo. San Jerónimo no quería ser sacerdote, y, cuando lo presionaron, aceptó, a condición de que no lo distrajeran de sus libros, con misas y esas cosas.
En el convento de las jerónimas, Sor Juana se encontró a sí misma. Tenía lo que Virginia Woolf llamó después Un cuarto propio (de hecho, un dúplex). En el “sosegado silencio de mis libros” vivió veintisiete años como una de las cristianas doctas apoyadas por San Jerónimo; contenta de que “debía por el estado eclesiástico profesar letras, y más siendo hija de un San Jerónimo y de una Santa Paula, que era degenerar de tan doctos padres, ser idiota hija” (Respuesta a Sor Filotea).
Santa Paula (347-404) fue una patricia romana, “santísima madre mía [...], docta en las lenguas hebrea, griega y latina, y aptísima para interpretar las Escrituras”, que fundó tres conventos para mujeres en Belén, bajo la dirección de San Jerónimo (c. 347-420). Este no fue romano ni patricio, sino un dálmata de familia acomodada, enviado a Roma para estudiar letras clásicas, de las cuales llegó a tener su propia biblioteca. Estudió especialmente el latín de Cicerón y empezó a escribir; pero frecuentaba las catacumbas con otros estudiantes y acabó bautizado. Terminó sus estudios y no supo qué hacer. Convivió con amigos cristianos que volvieron a sus tierras natales (él no quiso volver a la suya); y, finalmente, cargando siempre con su biblioteca, de la que no se separaba, peregrinó a Tierra Santa. En Jerusalén cayó enfermo y tuvo una pesadilla en la cual lo azotaban por ser más ciceroniano que cristiano: por no estudiar la Biblia como estudiaba a los clásicos griegos y latinos. Así que se fue a estudiar la Biblia y el hebreo para leer el Antiguo Testamento en su lengua original, en una ermita del desierto.
Tanto su retiro (leyendo, haciendo penitencia) como la flagelación que soñó han sido tema de cuadros famosos (pueden verse en Google Images). Y hay una anécdota sobre el ingenio burlesco de Quevedo cuando admiraba uno de estos cuadros, invitado por el rey con otros cortesanos. Su detestado Juan Pérez de Montalbán quiso lucirse improvisando una quintilla alusiva:

Los ángeles a porfía
al santo azotes le dan
porque a Cicerón leía...

Y Quevedo lo interrumpe con un cierre inesperado:

¡Cuerpo de Dios! ¡Qué sería
si leyera a Montalbán!

Jerónimo abandonó su vida solitaria porque hasta el desierto iban a buscarlo las disputas teológicas que lo acosaban para que tomara partido. Estuvo en Constantinopla, donde fue discípulo de San Gregorio Nacianceno, estudió la patrística griega y se entusiasmó con el rigor ascético, crítico y textual de Orígenes. Sus conocimientos del griego, latín y hebreo fueron aprovechados en el Primer Concilio de Constantinopla (381), que intentó superar controversias sobre el credo. El papa Dámaso lo retuvo como secretario para asuntos griegos, lo llevó a Roma y le encargó la preparación de una Biblia completa en latín, porque no existía. Había libros sueltos traducidos (no siempre de la lengua original), pero no una edición completa.
Dedicó a esta obra veintidós años (383-405), decidiendo los libros que deberían entrar y el original preferible, retocando algunas traducciones latinas ya existentes y haciendo traducciones nuevas de todo lo demás. Su obra se volvió canónica. Es la famosa Vulgata que, un milenio después, Gutenberg divulgó más que nunca y el Concilio de Trento (1545-1563) declaró oficial. Fue el primer libro impreso con caracteres móviles, el primer bestseller y un ejemplo de belleza tipográfica. Aunque la Vulgata fue escrita en la periferia del Imperio, de su latín admirable se ha dicho que es el último clásico romano (Roberto Heredia Correa, San Jerónimo: Ascetismo y filología). Así como de Sor Juana, aunque escribió en la periferia, se dice que es el broche de oro del Siglo de Oro español.
Hubo en el siglo IV en Roma un grupo de patricias notables por su posición social, su inteligencia y sus deseos de perfección cristiana. Habían tenido noticias de los primeros ermitaños (un movimiento de laicos radicales surgido en Tierra Santa contra el integrismo del cristianismo oficial); y habían admirado una célebre carta de Jerónimo a su amigo Heliodoro, invitándolo al desierto. Es una carta radical, contra los peligros de la familia, de la patria y hasta de los cargos eclesiásticos (Heliodoro iba para obispo, y llegó a serlo): no es mejor ser obispo que ser perfecto. “Y no querer ser perfecto es un delito.”
Santa Marcela (325-410), viuda joven como Paula, había optado por vivir en su palacio del Aventino como en una ermita, dedicada a la oración y el estudio. Esto escandalizó a la aristocracia romana, y aun a sus familiares,  que la despojaron de otras propiedades cuando vieron que  rechazaba a sus pretendientes y vivía ascéticamente. Paula y otras patricias la visitaban, y con ellas formó un círculo de estudios bíblicos, que llevaba años de reunirse cuando el famoso Jerónimo llegó de vuelta a Roma. Marcela decidió reclutarlo como director espiritual y de estudios, cosa que aceptó encantado, porque le hacían preguntas muy inteligentes, que lo obligaban a investigar y reflexionar. La correspondencia con ellas muestra el nivel intelectual que tenían (San Jerónimo, Epistolario, edición bilingüe de Juan Bautista Valero para la Biblioteca de Autores Cristianos).
Jerónimo las animó a estudiar hebreo, no solo griego, y llegó a respetarlas muchísimo. “Yo no hago ninguna diferencia entre las santas mujeres [...], los hombres santos y los príncipes de la Iglesia” (carta a Principia). Naturalmente, se dijo que estaba echándolas a perder, porque las animaba a perfeccionarse, en vez de casarse (había el temor de que la aristocracia romana desapareciera, si no se reproducía); y más aún cuando Blesila, hija de Paula, murió supuestamente por los ayunos excesivos. En este clima adverso (exacerbado por su espíritu combativo) tuvo como defensa la protección del papa; pero la perdió a los tres años de haber llegado a  Roma, porque Dámaso murió. Aunque era considerado papable, y quizá precisamente por eso, los ataques arreciaron. Prudentemente, se fue a Belén a continuar su obra, donde vivió hasta su muerte, protegido por Paula, que lo acompañó, fundó conventos, secundaba sus trabajos filológicos y financiaba todo.
Marcela se quedó en Roma, hasta que llegaron los godos, saquearon la ciudad y (creyendo que escondía dinero y joyas) la torturaron, de lo cual murió a los 85 años. En su elogio póstumo (carta a Principia), dice San Jerónimo: “De sus virtudes, de su ingenio, de su santidad, de la pureza que descubrí en ella, me da apuro hablar, por miedo a exceder los límites de lo creíble y por no aumentar tu dolor con el recuerdo del bien que has perdido. Únicamente diré que todo lo que yo había cosechado tras largo estudio, lo que había convertido como en una especie de segunda naturaleza tras prolongada meditación, ella lo absorbió con avidez, lo aprendió y lo hizo suyo de tal forma que, después de mi partida, cuando surgía una discusión sobre algún texto de las Escrituras, se acudía a ella como a árbitro.”
No solo eso. De Marcela aceptaba los regaños, cuando arrastrado por sus inclinaciones polémicas y satíricas escribía cosas despiadadas. Marcela le llevaba quince o veinte años, era prudente y estaba acostumbrada a mandar. Alguna vez, con burla afectuosa, Jerónimo le dijo en griego: mi ergodioktes (mi capataz).
David S. Wiesen (St. Jerome as a satirist) identifica  numerosos pasajes de la prosa de Jerónimo donde pueden observarse maneras y hasta frases de Horacio, Persio, Juvenal y otros poetas satíricos latinos, esgrimidas con malevolencia poco santa. Frente a esta contradicción fundamental, resulta menor, pero significativa, la contradicción de que el admirador y apoyo de tantas mujeres no evitara la retórica misógina tradicional. Así también Sor Juana, que escribió contra los “hombres necios”, no tuvo inconveniente en hacer escarnio de la supuesta “Teresilla”. ~
Fuente:http://www.letraslibres.com/revista/convivio/lo-jeronimo-en-sor-juana?page=full

Ya que para despedirme


Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,
háblente los tristes rasgos, 
 entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros. 
Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.
Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.
Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos. 
Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos. 
Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.
Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio. 
Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo. 
Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.
En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.
Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.
Mas, ¿por qué gasto razones
en contar mi pena y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?
En fin, te vas, ¡ay de mi!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.
¿Posible es que ha de haber día
tan infausto, funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?
¿Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?
¡Ay, mi bien, ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
¿Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?
Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.
Mas ya que es preciso, ¡ay triste!,
en mi infeliz suceso,
ni vivir con la esperanza,
ni morir con el tormento,
dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.
No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.
Acuérdate que mi amor,
haciendo gala de riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.
Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.
Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró la boca
no lo desmientan tus hechos.
Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene atento.
Y adiós; que con el ahogo
que me embarga los alientos,
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo. 

29 de marzo de 2013

Galeria: Sor Juana, retrato urbano

Fondos de Pantalla Sor Juana, Vol. II

28 de marzo de 2013

Sor Juana, toma el arte

8 de marzo de 2013

Ofelia Medina...¿Qué nadie traerá un rompopito por ahí?
















“Viva la primavera, que nos caliente los corazones… y los calzones”



  

5 de marzo de 2013

Detente, sombra de mi bien esquivo


Soneto VII

Detente, sombra de mi bien esquivo 
imagen del hechizo que más quiero, 
bella ilusión por quien alegre muero, 
dulce ficción por quien penosa vivo. 

Si al imán de tus gracias atractivo  
sirve mi pecho de obediente acero, 
¿para qué me enamoras lisonjero,17 
si has de burlarme luego fugitivo? 

Mas blasonar18 no puedes satisfecho 
de que triunfa de mí tu tiranía;  
que aunque dejas burlado el lazo estrecho 

que tu forma fantástica ceñía, 
poco importa burlar brazos y pecho 
si te labra prisión mi fantasía.
17 Persona que elogia exageradamente a otra con alguna intención encubierta.
18 Hacer ostentación de alguna cosa alabándose a sí mismo.

Sor Juana, por Andrea Gonbelt


Libertad confesa de este espacio...Sor Juana, La Décima Musa 
Título con mucha tentación celestial: La mujer lluvia
 (Me recuerda a Cada lluvia tiene personalidad, interpretada por Patricia Llaca, del Disco Paracaídas que no abre. Autores: Alejandro Páez Varela y Laura De Ita)

La puedes escuchar o descargar aquí

Cada Lluvia Tiene Personalidad by - Voz: Patricia LLaca - Música: Polka Madre - Coros: Laura De Ita, Eric Bergman on Grooveshark


Pero....la obra se llama 'Sor Juana' y fue realizada por Andrea Gonbelt

Acerca de la autora:

Mi foto

La puedes encontrar en: 

http://andreagonbelt.blogspot.mx/
http://andreagonbelt-ilu.blogspot.mx/
http://cuentotecuento.blogspot.mx/
https://pinterest.com/gonbelt/

25 de febrero de 2013

Inéditos sobre Sor Juana reviven la polémica con Octavio Paz


Inéditos sobre Sor Juana reviven la polémica con Octavio Paz
Inéditos sobre Sor Juana reviven la polémica con Octavio Paz
La Carta de Puebla, escrita por el obispo de esa ciudad Manuel Fernández de Santa Cruz, y una Protesta de la fe, de sor Juana Inés de la Cruz, son documentos que, a decir del especialista en la Décima musa, Alejandro Soriano Vallés, destruyen la imagen que el poeta Octavio Paz y otros estudiosos han ofrecido de ella. Con ellos se desmiente, afirma categórico, que la monja jerónima era víctima de una conjura para silenciarla. Falta ver cuál será la reacción de otros sorjuanólogos destacados.
MÉXICO, D.F., 24 de agosto (Proceso).- Por considerarla uno de los más “aventajados ingenios” de la época, la jerarquía católica de finales del siglo XVII siempre protegió e impulsó la carrera literaria de la monja sor Juana Inés de la Cruz, quien, sin embargo, durante toda su vida antepuso su vocación religiosa a su inclinación por las letras.
A esta conclusión llega el historiador Alejandro Soriano Vallés, con base en documentos localizados recientemente en archivos eclesiásticos y privados, que dará a conocer en su nuevo libro sobre la poetisa, Sor Juana Inés de la Cruz. Doncella del verbo, el cual empezará a circular en octubre próximo.
Entre esos documentos destaca una extensa carta manuscrita que el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, le dirigió a la monja jerónima en marzo de 1691, en la que le aconseja proseguir con sus estudios y su labor literaria.
El libro también incluye una Protesta de la fe que la religiosa escribió en 1695, poco antes de morir, y en la cual refrenda su comunión con Cristo. A la primera edición de este documento –impresa ese mismo año y destinada a las monjas novohispanas– la acompaña un escrito del entonces arzobispo de México, Francisco de Aguiar y Seijas, en el que encomia las virtudes cristianas de Sor Juana.
Esos testimonios de los dos más influyentes jerarcas eclesiásticos de la época –dice el historiador Soriano Vallés–, derrumban la tesis de que ambos persiguieron y reprimieron a la monja, propagada principalmente por el escritor Octavio Paz en su libro Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe.
Soriano asegura:
“No hubo ninguna conjura eclesiástica contra Sor Juana. La Iglesia jamás la persiguió. El obispo de Puebla y el arzobispo de México nunca la reprimieron, como suele afirmarse sin ningún fundamento. Igualmente falsa es la versión de que ella no tenía vocación religiosa y que decidió recluirse en un convento sólo para poder escribir.”
–¿A qué atribuye entonces tales versiones?
–A que Sor Juana es la figura literaria más grande que ha tenido México. Una poetisa a la altura de los grandes genios, como Góngora y Quevedo. Es un personaje tan atractivo que todo mundo quiere apoderarse de él: desde quienes la utilizan como ariete para atacar a la Iglesia, hasta los actuales movimientos feministas y lésbicos que nos la pintan como una monja rebelde, contestataria y lesbiana que tenía relaciones sexuales con la virreina. Son aberrantes fantasías que sólo demuestran una gran ignorancia de las costumbres de su época.
–¿Se distorsionó su figura y la de su entorno?
–Totalmente. Y esta distorsión se dio sobre todo en el siglo XX. Por fortuna, la ciencia histórica se hace con documentos y con pruebas. Y los documentos de primera mano que hemos ido encontrando, de gente que conoció a la monja y escribió sobre ella, nos dicen que fue muy querida y protegida por la sociedad y la jerarquía de su tiempo, al grado de que la Iglesia solía encargarle villancicos y otros trabajos literarios, generalmente muy bien pagados porque sabía que podía hacerlos muy bien. ¿Dónde está la persecución? ¿Dónde está el sometimiento? No aparece por ningún lado. Al contrario, la Iglesia la impulsó tanto al grado de que le daba chamba.
Soriano habla sobre el más reciente hallazgo, la extensa carta de 15 hojas que le dirigió a Sor Juana el obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz, fechada el 20 de marzo de 1691 y a la que se bautizó como La carta de Puebla.
A este documento lo preceden otros tres testimonios escritos relacionados entre sí:
El primero es la Carta Atenagórica, la refutación teológica que le hace Sor Juana al renombrado teólogo jesuita Antonio Vieyra y que hizo publicar el obispo de Puebla en 1690. El obispo después hace sus comentarios sobre dicho texto en la Carta de Sor Filotea de la Cruz, dirigida a Sor Juana. Y la monja le contesta a Fernández de Santa Cruz en su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, fechada el 1 de marzo de 1691 y donde defiende su vocación por las letras. Algunos estudiosos señalan que el obispo intentaba reprimirla en su carta y la monja se defendió con la suya.
Ahora, la recién encontrada Carta de Puebla –que es la contestación del obispo a la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz– viene a demostrar, dice Soriano, que no hubo tal pleito entre sor Juana y Fernández de Santa Cruz, sino que, por el contrario, prueba que la apoyó el segundo más influyente jerarca de su época, sólo precedido por el arzobispo Aguiar y Seijas.
En la Carta de Puebla, el obispo Fernández de Santa Cruz le explica a Sor Juana que publicó la Carta Atenagórica para que en Europa se conociera su ingenio:
Debo poner en la noticia de vuestra merced, que uno de los principales motivos que hubo… fue desear manifestar a la Europa, a donde han ido algunas copias, que la América no sólo es rica de minas de plata y oro, sino mucho más de aventajados ingenios.
Luego, el obispo defiende a la monja de los duros ataques que contra ella escribía un crítico embozado que firmaba bajo el seudónimo de “El soldado”, cuya identidad se ignora hasta la fecha:
Soldado parecido a los que hoy militan en la Asalcia, que abrasan más que conquistan, haya poco cortesano salpicado con la tinta de su pluma el candor de su persona de vuestra merced, y que deslumbrado a las luces de su escrito (la Carta atenagórica) que tantos doctos han celebrado, se sienta lastimado y ofendido.
Y le dice que, entre tantos que aplaudieron su disertación teológica de la Carta Atenagórica, “El soldado” es sólo una “piedra tosca” que la está atacando:
Pues si ésta es experimentada verdad justamente debe extrañarse, que su papel de vuestra merced haya merecido tantos discretos que le aplaudan, y que sea sólo una piedra tosca, que haya levantado contra su doctrina.
El obispo le aconseja que ni siquiera se tome la molestia de contestarle a su feroz crítico:
Grande agravio se hiciera vuestra merced, y glorioso castigo diera a ese papel del Soldado, si la mereciera alguna atención o respuesta.También le recomienda que prosiga con sus estudios, pues, dice, “a achaque de letras”, la “receta del médico” es “que estudie más hoy, que sepa más”.
Y le pide que, en concreto, le dé mayor énfasis al estudio de la teología mística, materia en la que ya demostró tener grandes dotes:
Para curar accidente que ocasionó el estudio, le aconsejo que estudie prácticamente dos horas al día en la Místhica Theología.
Explica Soriano que esta Carta de Puebla la encontró el historiador Jesús Peña en el archivo del obispo Fernández de Santa Cruz, localizado en la biblioteca Palafoxiana de la ciudad de Puebla.
“Peña me entregó la carta, pensando que a mí me sería más útil, pues yo llevo 25 años estudiando a Sor Juana”, dice Soriano.
–¿Está plenamente comprobada su autenticidad?
–Por supuesto, el manuscrito se cotejó con otros documentos también hechos a puño y letra por el obispo. Tengo las fotos del legajo, su clasificación en la biblioteca, los testimonios de los bibliotecarios… ¡todo!
Aparte de la Carta de Puebla, dice, en el mismo archivo se localizó una “minuta” de otra carta posterior que le escribió Fernández de Santa Cruz a Sor Juana.
“Las ‘minutas’ eran los resúmenes de cartas. Y este resumen fue hecho por el secretario particular del obispo, de una carta que éste le escribió a Sor Juana el 31 de enero de 1692, casi un año después de haberle escrito la Carta de Puebla”, explica Soriano.
–¿Revela cosas nuevas la “minuta”?
–Sí, por ejemplo, revela que Sor Juana por esas fechas estaba estudiando griego, algo que desconocíamos. Ahí también el obispo la alienta a escribir sobre política, moral y mística. Pero sobre todo, le aconseja que se dedique a la docencia para que así dé frutos más maduros.
Dice textualmente la “minuta”:
Hasta cuándo hemos de ver solamente flores. Ya es tiempo de que vuestra merced dé maduros y sazonados frutos, y pues está en estado de poder enseñar no dé pasos ociosos al aprender…
… Puede vuestra merced explayarse en documentos políticos, morales y místicos.
Comenta Soriano:
“Al parecer, hubo más intercambio epistolar entre Sor Juana y el obispo, pues en estas cartas que conocemos ambos hablan de hechos cuyos antecedentes pueden estar aclarados en otras cartas aún desconocidas por nosotros.”
–¿Llevaban años de tratarse y de cartearse?
–No lo sabemos a ciencia cierta. En la primera carta que conocemos, la Carta de Sor Filotea de la Cruz, escrita por el obispo, éste le dice a Sor Juana que siempre la ha querido, y que al paso de los años no se ha entibiado su cariño hacia ella. Suponemos, entonces, que llevaban años de tratarse.
–¿La Carta de Sor Filotea es también una dura reprimenda a la monja?
–Bueno, en ella el obispo le dice textualmente que no se ocupe tanto de las “rateras noticias de la tierra”, refiriéndose claramente a la poesía. Le pide que ocupe su entendimiento en la teología, pues acababa de demostrar estar versada en la materia. No olvidemos que era el siglo XVII, una época en que la teología estaba muy por encima de la poesía… Y tampoco olvidemos que Sor Juana era una monja. Por desgracia, muchos de aquí se han agarrado para decir que una Iglesia retrograda y oscurantista acalló a nuestro mayor genio literario. Una aseveración  totalmente falsa.
“Es más, el obispo le pide a Sor Juana que le conteste, que se defienda exponiendo sus argumentos. Y Sor Juana los expone en su Respuesta a Sor Filotea, donde le explica su vida y por qué estudia, defiende a las mujeres y las pone en igualdad con los hombres. Su respuesta no la escribió enojada ni indignada, como hoy se malinterpreta. A ese texto se le ha reducido a un furibundo manifiesto feminista.”
–Se dice que el arzobispo de México también reprimió a Sor Juana. ¿Qué dice al respecto?
–Se requieren pruebas para hacer tales afirmaciones. Hasta el momento, todas las pruebas demuestran lo contrario; que Aguiar y Seijas siempre apoyó a Sor Juana. Era su superior jerárquico y el encargado de la diócesis más importante de la Nueva España. Influía mucho en la política de su tiempo y, por supuesto, regulaba la vida de todos los conventos de la Ciudad de México, entre ellos el de San Jerónimo, donde Sor Juana vivía en reclusión.
“Los únicos documentos que testifican la relación entre el arzobispo y Sor Juana son burocráticos. Por ejemplo, los permisos que Sor Juana le pide al arzobispo para realizar inversiones con su dinero, o la solicitud para comprar su celda en 300 pesos, que era una fuerte suma en aquel tiempo. Si realmente la hubiera odiado, el arzobispo Aguiar y Seijas ni siquiera le hubiera permitido tener dinero, pues la monja llevaba voto de pobreza. Pero no, Aguiar y Seijas siempre avaló sus peticiones y le permitió tener una fortuna. Estos documentos los expongo en mi anterior libro, La hora más bella de Sor Juana.”
–¿Es también falso el señalamiento de que Aguiar y Seijas le quitó a la monja su biblioteca de cuatro mil volúmenes y quemó los libros que consideró impíos?
–Es una falsedad. Esa aseveración no tiene ningún fundamento. Todos los testimonios de la gente que trató a Sor Juana nos dicen que la religiosa le regaló al arzobispo los libros y los instrumentos científicos y musicales que poseía, para que éste los vendiera e hiciera caridad con el dinero.
–No parece encajar el que una intelectual haya regalado sus instrumentos de trabajo.
–Quizá no encaje en un intelectual del siglo XXI, pero sí en una religiosa del siglo XVII. Hay que ubicarse en aquella mentalidad. El mayor sacrificio era precisamente despojarse de lo que más se quiere. Ella se despojó de sus libros para ayudar a los pobres en aquellos años de hambrunas. Seguramente le dolió muchísimo.
Maestro en letras por la UNAM, Alejandro Soriano es ensayista, crítico literario y poeta. Actualmente imparte clases de literatura virreinal en la Universidad Iberoamericana. Sobre la monja jerónima ha escrito: Aquella Fénix más rara. Vida de Sor Juana Inés de la Cruz y El “Primero sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz. Bases tomistas, así como La hora más bella de Sor Juana.
El especialista aclara también que la poetisa siguió escribiendo hasta sus últimos días, lo cual prueba que no se le acalló:
“Todavía en 1695, el año de su muerte, escribió la serie de poemas, en forma de acertijos, que se llaman Los enigmas”, dice.
Poco antes de morir, sor Juana refrendó sus votos religiosos en una Protesta de la fe que firmó con su sangre. Este manuscrito se mandó a la imprenta ese mismo año, tan pronto murió la monja a causa de una peste que azotó a la Ciudad de México.
En la carátula de dicha edición se señala que el texto se imprimió para que la protesta de Sor Juana “la repitan todos los días las esposas de Cristo, y por cada vez que así lo hagan, les concede el ilustrísimo señor arzobispo 40 días de indulgencia”.
Soriano explica la trascendencia de este documento hasta hoy desconocido, que también incluirá en su nuevo libro:
“El documento prueba dos cosas: por un lado, que Sor Juana fue una religiosa ejemplar al grado de que refrendó sus votos y éstos se mandaron a imprimir; y por otro, que el mismo arzobispo Aguiar y Seijas la puso como ejemplo ante las demás monjas, al extremo de que les concede 40 días de indulgencias.”
–¿En qué consisten las indulgencias otorgadas por Aguiar y Seijas?
–Las indulgencias son la conmutación de las penas en el purgatorio. Lo que hizo Aguiar y Seijas fue reducirles a las monjas 40 días de estancia en el purgatorio, por cada vez que leyeran los votos de Sor Juana. ¡Imagínese el poder que le estaba dando! ¡El alto concepto que tenía de Sor Juana!
El historiador señala que también está comprobada la autenticidad de esta Protesta de la fe, la cual consiguió en Nueva York el sacerdote José Herrera Alcalá, presidente de la Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica. Éste después la cedió al Centro de Estudios de Historia de México, del Grupo Carso, que está por lanzar una edición especial del valioso documento.
Soriano asegura que estos testimonios echan por tierra la falsa versión de que hubo una conjura eclesiástica contra Sor Juana. Tesis que han sostenido –dice– Octavio Paz con sus Trampas de la fe; Fernando Benítez en Los demonios en el convento, y especialistas como Antonio Alatorre, Elías Trabulse y el italiano Dario Puccini, entre otros.
El nuevo libro de Soriano, Sor Juana Inés de la Cruz. Doncella del verbo, impreso por editorial Garabatos, recoge los hallazgos recientes sobre la llamada Décima musa, y los complementa con otros testimonios de la época ya conocidos.
“Todas las pruebas finalmente están relacionadas, todas encajan en que no hubo tal conjura, como nos lo hicieron ver desde el principio los primeros biógrafos de Sor Juana. Fue sólo una exaltada fantasía del siglo XX la supuesta persecución contra la monja. Una fantasía que, eso sí debemos reconocer, resultó muy atractiva para nuestra mentalidad actual”, concluye el investigador.  l
Fuente: http://www.proceso.com.mx/?p=102932

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